Carlos J. Pérez García.
Celebro, sí, que haya llegado una mujer a la presidencia de nuestro país, pero es deplorable que inicie sometida al atroz patriarca que hizo posible que llegara. Todo esto es evidente y no merecemos que sea un remedo de alguien que no fue apto, ni ético ni eficaz para gobernar… Tampoco se trata ya de su popularidad o capacidad para engañar y manipular.
De hecho, seis años después no ha rendido cuentas, aunque la nación se lo demande. Terminó el sexenio y millones hubiésemos querido que fuera sólo una pesadilla. Pero sucedió y ahora viene una especie de cruda o resaca que requiere una profunda remisión. No será nada fácil.
Ya no quisiera hablar de este aspirante a jefe Máximo, pero resulta inevitable porque debemos tener presentes sus fallas para tratar de neutralizarlas. Tampoco vamos a frustrarnos por una esperanza que se frustró, y no podemos hacer como que esa promesa no existió. Difícil se ve hoy que Claudia Sheinbaum Pardo no enaltezca y ratifique una malsana continuidad: el engaño colectivo del “segundo piso de la 4T”. Eso, con todo, no se podrá sostener mucho tiempo y tendrá que encontrarse algo mejor ante presiones económicas y políticas.
Domina la palabrería hueca o falsa, pues las mentiras del líder necesitan que su gente las adopte. Desde el 30 de septiembre, las funcionarias que asumían importantes funciones hablaban de “economía moral, revolución de las conciencias o humanismo mexicano”, y su jefa continuó al día siguiente con “austeridad republicana o extirpar la corrupción” que ya no existía.
La incongruencia también brota cuando otros funcionarios que pasan al nuevo gobierno exclaman “Hasta siempre, presidente”, pero la presidenta es ahora Claudia aunque parezcan la misma persona. Ella viene a ser mucho mejor en varias áreas, si bien trata de evitar que él lo note.
Es este un gobierno en crisis desde su arranque: con divisiones provocadas, zonas desestabilizadas por el crimen organizado, desastres naturales sin recursos, conflictos internacionales que se podían evitar. Todo ello le venía bien a AMLO para distraer de sus fracasos o generarle popularidad (apoyo contra “poderosos intereses”). ¿Tendrá caso apartarse de lo importante con eso de la disculpa de España? La prensa latinoamericana habla de “Los reyecitos (AMLO y CSP) que odian a los reyes… Trágico y cómico”. Pero en Morena saben que es buen negocio hacerse la víctima.
En sus 100 puntos mete de todo, pero coordinarse con la sociedad (incluidos los empresarios en general) y dar seguridad jurídica a la inversión privada o promover energías limpias (menos gasolina y más electromovilidad) dan la esperanza de que se podrá diferenciar de quien tanto se alejó del estado de Derecho y el crecimiento económico. También afirma que la economía va bien y que México “dejó el modelo neoliberal que tanto daño causó”, como si ya no vinieran al caso el TMEC, el Banco de México, las garantías a la inversión y la responsabilidad fiscal. ¿O qué quiso decir? Está claro que de Economía no entiende… ni se ve quién le podrá explicar.
Fíjense ustedes, ella no tiene el liderazgo carismático que le permitió a López Obrador un vínculo con muchos mexicanos, mientras aumentaba salarios y repartía dinero. Pero esto de ninguna manera resuelve los graves problemas e incluso tiende a empeorarlos. Tampoco se debe prometer “cero” corrupción o impunidad si se han incrementado. Aunque resulten estimulantes los buenos deseos, tenemos que exigir mejores gobiernos.
Bien destaca el Wall Street Journal “Tiene la nueva presidenta un problema: el legado de AMLO”. Sin duda, son pesadas esas herencias que difícilmente se podrán mantener. Y más complejo será todo si Trump llega a ganar las elecciones. Se dice que hay incertidumbre por las reformas, pero igual habría certidumbre ante lo negativo de la demagogia populista.
La lealtad es muy importante, pero no se trata de una lealtad a individuo alguno, sino al país con el que se compromete el gobernante. Habrá que checar si la presidenta respeta la estrategia que divide y saca ventajas políticas, o si gobierna en congruencia con tiempos de unidad y grandeza mexicana. Miren, Andrés y Claudia, eso de engañar y regalar podrá darles popularidad, pero no soluciona los problemas del país.
@cpgarcieral