Rubén Cortés.
La presidenta tiene el reto de lograr que López Obrador pueda escribir, dormir la siesta y escuchar grillos en la selva donde no puede irse a vivir como soñaba, porque él ayudó a alimentar a las fieras que le impiden volver: el narco rodea Macuspana.
Y es un gran reto porque, para enfrentar la violencia del crimen organizado, Sheinbaum prometió seguir la línea de López Obrador: “No volver la Guerra contra el Narco del sexenio de Felipe Calderón” (Compromiso número 100 de su Programa de Gobierno).
Fue justamente la pasividad ante la violencia del narco lo que provocó que López Obrador no pueda irse a La Chingada, que es el nombre de la finca de su propiedad, y adonde estuvo seis años diciendo que estaba ansioso de volver, para retirarse en paz.
La Chingada está rodeada por la ola de violencia que azota al sur del país y ha convertido en tierra de nadie los municipios adyacentes a Palenque, que es donde está La Chingada. Mientras los narcos dominen la zona, López Obrador estará en la CDMX. Así es.
Y no deja de ser un desperdicio, porque el Estado mexicano dedicó de nuestros impuestos dos mil millones de pesos en crear grandes condiciones en Palenque, y La Chingada, para que López Obrador se instalase en santa tranquilidad a meditar y escribir.
Vamos, el Estado mexicano llevó el Tren Maya hasta las puertas de la finca de López Obrador. Y el Tren Maya ha costado al contribuyente mexicano 500 mil millones de pesos: más de 28 mil 500 millones de dólares, al cambio actual.
Además del Tren Maya, el Estado mexicano llevó hasta las puertas de la hacienda de López Obrador el Tren Interoceánico, que ha costado, sólo en el Presupuesto de 2024, un total de 264 mil 416.70 millones de pesos.
Pero el crimen organizado calienta Palenque y sus alrededores, lo cual hace peligrar la seguridad de López Obrador, pero que le viene como anillo al dedo para no estar lejos geográficamente del epicentro político de la 4T: el ojo del amo engorda al caballo.
Como sea, el crimen organizado, cuya violencia toleró a la altura de política de Estado, acecha su finca: un símbolo de su gobierno como el más violento de la historia, con 199 mil 621 asesinatos dolosos, según las cuentas de su propio gobierno.
La cifra de muertos con López Obrador como presidente de México superó en 36 mil la del gobierno de Peña, y por mucho más las de Calderón (120 mil 463), Fox (60 mil 280), Zedillo (80 mil 671) y Salinas (76 mil 767).
Pero en política no hay mal que por bien no valga: la violencia le da buen pretexto para no irse.