El balance muy adverso de un gobierno de tipo totalitario. La seguridad reprobada

Jorge Miguel Ramírez Pérez

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

Me parece que lo primero que hay que aclarar puntualmente, es que este gobierno que esperamos termine en septiembre, surgió de una intención democrática que tan pronto se estableció en el poder, inició un camino al totalitarismo.

Aunque para la mayoría de la gente es un gobierno como otros: autoritario, abusivo, corrupto e ineficaz; se les hace difícil entender que es lo totalitario, como forma diferenciada entre otro tipo de tiranías, porque en primer lugar, nunca antes lo habían experimentado en carne propia y en segundo lugar, los que saben de casos similares que leen y se informan- una minoría- poco indagan sobre los procesos que germinan virulentamente dando forma a la  naturaleza de ese fenómeno político que se implanta; y tampoco pueden establecer las diferencias a primera mano, entre un animal (Leviatán) por así decirlo, y la alimaña de proporciones depredadoras inusuales que se ha gestado.

Varias veces en este espacio he mencionado a la pensadora del siglo XX Hanna Arendt como la persona más autorizada para definir el totalitarismo. Y en esta ocasión recordaré que aparte de coincidir con las tiranías en los aspectos generales, el totalitarismo se distingue por recrear un terrorismo de estado, en tres manifestaciones: terrorismos delincuencial, militar y fiscal; más la imposición de un andamiaje jurídico que sustituya al de un gobierno democrático, transformando lo legal en ilegal y trasmutando los valores que se consideran moralmente de bien, por los que se aceptan civilizatoriamente perversos.

Obviamente el totalitarismo inicia su operación por medio de la destrucción del orden previo, concentra el poder en una persona y elimina “legalmente” otros poderes deshaciendo la división de poderes, como ha sucedido en México con la abolición del Poder judicial, y proponiendo cancelar la independencia de los órganos autónomos que se concentrarán en la correa de mando subordinados al presidente, nulificados  en funciones  de una poliarquía (Robert A. Dahl) imprescindible, para convertirse en un apéndice en torno exclusivamente al  interés del tirano. ¿Alguna duda de estos hechos?

Claro que el proceso pasa por inventar un enemigo discursivo: los conservadores, los injerencistas, los fifís y toda suerte de apodos indefinidos que el tirano pinta como los fantasmas que hay que combatir. Para Hitler eran los judíos, para Mussolini, los otros socialistas, porque todos los totalitarios -por cierto- son socialistas; para Castro, los aliados al “imperialismo yanqui” y así cada energúmeno se fabrica sus propios demonios que les trasmite a las masas que, sin criterio propio, son seducidas a su propia hecatombe.

El balance es desestructuración de la nación, dividiéndola. Del estado, rompiendo el equilibrio de poderes que se controlan recíprocamente; del gobierno, abdicando al ejercicio a la seguridad y a la transparencia; y de la democracia, al destituir a los opositores negándoles libertad de expresión y pirateando  sus militantes y representantes, alterando desde el poder, la vida de las instituciones políticas; y auto adjudicándose curules y asientos senatoriales por medios que no representan la realidad porcentual de las votaciones. Concentrando el poder en una persona. Eso es lo que pasa en México. No es mi opinión, sino la de cualquier estudioso serio y reputado que ha publicado sus conocimientos en los temas aquí referidos en los casi tres últimos siglos a la fecha. Se puede constatar lo expresado en una biblioteca, en los cursos universitarios o de perdida en el internet.

El balance incluye numerosas equivocaciones de alto costo económico y social que pagan los habitantes, como son los proyectos fallidos o incompletos de: sistemas de compra de medicinas con cinco años de fracasos; de oficinas para apoderarse de cosas valiosas incautadas como el instituto de lo robado que rebotó como un despacho de robos sin fin; rifas fraudulentas; inconsistencias graves en el  manejo de aduanas que trascienden como si fueran concesiones a los criminales; el seudo combate al huachicol, que devino en un entramado para contrabandear combustibles y para sostener un mercado negro de los mismos; del apoderamiento de los ahorros de Afores de los trabajadores, que argumentaba mejoramiento de pensiones y ha sido un rotundo fracaso, aparte de que los fondos de contingencias y lo esquemas  de ahorros con actual  injerencia burocrática,  son inciertos; y obras inconclusas sobre facturadas en todo su extensión, que se duda su utilidad en términos de costo-beneficio, rasero que desestima la cúpula demagógica del Palacio nacional.

El daño por lógica, cada día a partir de octubre, se irá documentando por mucha gente, muchos medios y muchos observadores internacionales de la conducta megalómana y desquiciada del líder mexicano. La historia lo enseña así, y la desesperación del titiritero, porque no se conozca lo que todo mundo sabe, va a minar el maximato planeado: Obrador-Sheibaum (de transición) -Andy, el favorito; para seguir la ruta en picada de la mejor nación del mundo: México.

Lo peor habrá sido la política de seguridad que ha tenido dos objetivos coincidentes y proyectados desde el poder: por una parte, erigir un híbrido de mando, que tiene que ser estéril, al fomentar una alianza escalonada con el crimen al grado de desdibujar la frontera de lo  político, y la  del poder delincuencial; a quienes se les “garantiza” como arras de ese “matrimonio” pretendidamente igualitario: la impunidad que se impone como eje desquebrajador de la esencia del estado de derecho; y por otro lado, para completar el espectro, nulificar la acción de la violencia legítima del estado inmovilizando la acción de las fuerzas armadas y policiales, que no importando su capacitación y proclividad al respeto del orden social y la vigencia constitucional,   tienen prohibido intervenir contra el crimen organizado, a menos que exista una orden específica y esporádica que dictada desde la plaza de la Constitución, que tiene solo el nombre de la Carta magna, se indique taxativamente.

De modo que lo que sucede en Culiacán y otra docena de municipios en el país que se encuentran en ese rango de tensión, sin desdeñar que la tercera parte de todos ellos, territorialmente de alguna manera están también infectados; desmorona la confianza en el país, y no digamos del mercado, sino de todos los mexicanos.

Patéticamente queda la imagen falsa en la mente volátil de muchos que, si el capo capturado siguiera manteniendo el control, habría una pax narca menos incierta e insoportable. A ese extremo de indefensión parecen llevar al ciudadano de a pie, que poco falta que se conciba aprisionado en un abismal síndrome de Estocolmo colectivo.

¿De eso se trata?

 

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