Rubén Cortés.
Los capitales huyen por carretadas, el peso se deprecia por días, el gobierno controla los tres poderes y al órgano electoral. Pero la felicidad en México está disparada: en medio de todo esto, repuntó 0.5 puntos el optimismo en torno a la marcha de la economía y de propios sus hogares.
En la Encuesta Nacional de Confianza del Consumidor del INEGI y Banco de México, los mexicanos sólo habían estado así de felices, confiados y optimistas, en 2021, después de la pandemia por COVID de 2020, durante la cual murieron 6,4 mexicanos de cada mil.
Mientras un sector de la sociedad observa aterrada el triunfo de la intransigencia ideológica y el desprecio por la ley; una mayoría se siente feliz por el gobierno que tiene, convencida de ser ajena a la fuga de la inversión extranjera, los jueces sean designados por el gobierno o suba el dólar.
Es una felicidad que cuesta 11 mil pesos a quienes pagan impuestos. En la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares del INEGI, las familias reportaron recibir 11 mil pesos mensuales en transferencias del gobierno, a través de los programas sociales creados para ganar votos.
Pero, aun con esos 11 mil pesos, aumentó la población sin acceso a servicios de salud, de 36 millones en 2018, a 50 millones, según el Coneval. El gobierno, por un lado, les da 11 mil pesos, y por otro deja de garantizarles medicamentos y facilidades para el envío de los niños a la escuela.
Un millón de mexicanos ya no tiene la educación que corresponde a su edad, debido a que abandonaron la escuela; y durante 2024, más de 15.2 de mexicanos no encontraron los medicamentos que les recetaron en las instituciones de seguridad social.
Pero tienen dinero en mano sin trabajar: las familias reciben 11 mil pesos regalados y sus hijos sin estudios, a cambio del voto: una fábrica de ciudadanos mediocres, condenados, los más jóvenes a ejercer los trabajos peor pagados o la migración a Estados Unidos para mandar remesas.
Pero además de la promesa de incrementarles esos 11 mil pesos de “apoyos”, la presidenta electa les dijo en campaña que “es mentira que si no se trabaja no se pueda vivir bien”. Es decir, los mexicanos no necesitan trabajar para tener un buen nivel de vida.
Es una felicidad cara porque, para mantenerla y heredarla a su sucesora, el presidente actual adquirió un endeudamiento interno es de un billón 990 mil millones de pesos; y un endeudamiento externo de 18 mil millones de dólares.
Al final es una felicidad alquilada, porque surgió de un México con un modelo económico que permitía generar dinero. Pero aquella época se perdió con la reforma de antier.
No volverá.