Rubén Cortés.

Culpables fuimos todos. Los periodistas con artículos demoledores contra todos los gobernantes, por sentirse halagados en la aprobación del pueblo. Los millonarios que lo llenaron de dinero para que derribara al régimen. Todos contribuimos a crearlo.

Es irresistible recordar este párrafo, ahora que se busca en un senador o senadora al culpable de la aprobación de la reforma judicial que condena en México, a unos, a una vejez amarga; a otros, a una juventud triste, a la mayoría, a una adultez lamentable.

Lo describe Pablo Majluf:

“Si toda la república depende de un senador, en realidad ya no tenías mucha república”.

Por eso: “Culpables fuimos todos”. El autor de esta frase es Miguel Ángel Quevedo, propietario de la revista Bohemia, en la Cuba democrática, pero el comunismo cubano la expropió y lo mandó al exilio. Antes de suicidarse, escribió una carta-testamento:

Querrán presentarme como ‘el único culpable’ de la desgracia de Cuba. Y no niego mis errores ni mi culpabilidad; lo que sí niego es que fuera ‘el único culpable’. Culpables fuimos todos. Los periodistas que llenaban mi mesa de artículos demoledores contra todos los gobernantes, por sentirse halagados en la aprobación del pueblo. 

No importa quién fuera el presidente. Ni las cosas buenas que estuviese realizando a favor de Cuba. Había que atacarlos, y destruirlos. El mismo pueblo que los elegía, pedía sus cabezas en la plaza pública. El pueblo también fue culpable. El pueblo que compraba Bohemia, porque era vocero de ese pueblo. 

Fidel no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo. Y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara al poder.

Fue culpable el Congreso que aprobó la Ley de Amnistía para Fidel. Los comentaristas de radio y televisión que lo colmaron de elogios. Bohemia no era más que un eco de la calle. Fueron culpables los millonarios que llenaron de dinero a Fidel para que derribara al régimen”.

Desde la prisión, donde cumplía condena por asaltar un cuartel, Fidel Castro escribía en Bohemia, artículos contra el gobierno que lo tenía preso.

Al triunfo del comunismo, Bohemia publicó un editorial:

Uno de los grandes infundios ha sido llamar comunista al movimiento revolucionario. Pero nada semejante ocurrirá en nuestra patria. Esta revolución que avanza inconteniblemente es democrática en intención y entrañas. Nada tiene que ver con los enemigos de la libertad y con el comunismo”.

Pero la “revolución democrática” expropió Bohemia y Quevedo se fue obligado al exilio, donde se suicidó y dejó escrito: “Culpables fuimos todos”.

Entonces, no culpemos a un senador o una senadora, que no tengan alma de mártires.

Porque fue México quien empolló este huevo de serpiente.

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