Es un nuevo proceso histórico

Por. Rubén Cortés

Difícil soportar la tentación de la corrección política: en este caso, la de afirmar que la presidenta electa no es como el presidente, pero no tiene más remedio que seguirlo en todo para evitar que él se enoje con ella.

Pero no es así: la ganadora de las pasadas elecciones está de acuerdo con la mística del grupo en el poder, según la cual el actual presidente es el jefe indiscutido del movimiento político, en el que todos los demás son piezas, y él es líder y estratega indiscutido.

Esta unción de grupo la ha explicado el hoy diputado Ricardo Montreal: “Prefiero no ser nada antes que traicionar al presidente”. La presidenta electa no dejará mentir, si son puestas en su boca las mismas palabras.

La secretaria de Seguridad Pública y próxima secretaria de Gobernación usa aretes con el rostro del presidente labrado. El próximo secretario de la SEP dice que “vamos a desmantelar el Poder Judicial como está para hacer otro, y regalárselo al presidente”.

La presidenta electa secunda las decisiones del presidente porque piensa como él. Y, en su próximo encargo al frente del país, seguirá disciplinadamente las directrices del para entonces expresidente, porque éste es el jefe indiscutido.

Tampoco es descrédito para la presidenta electa seguir los lineamientos de su jefe, porque para ella es deber y honor, pues este grupo no es institución ni partido, sino una comunidad de amigos y familiares, nucleados alrededor de un objetivo y un jefe único.

Este movimiento no transmite el liderazgo, como en instituciones o partidos, cuyo funcionamiento está respaldado por reglas, estructuras y mecanismos que definen deberes y expectativas para trascender a las personas.

Para entenderlo, basta ver cómo surgió este grupo:

Morena nació en 2011 por idea del actual presidente. Y sus hermanos encabezaron la estructura en Chiapas; sus hijos en Tabasco; su sobrina en Campeche, y su chofer en Quintana Roo.

A partir del círculo de familiares, se abrió entonces el círculo de los amigos:

Los Sansores se integraron en Campeche, los Monreal Guanajuato y Zacatecas, los Luján Alcalde en Chihuahua y Durango, Jaime Bonilla en Baja California, los Macedonio y los Sandoval-Ackerman en Guerrero, los Batres Guadarrama en la CDMX.

Ese sentido de grupo, y del lugar aceptado que ocupan las piezas en el tablero de juego, se observa que esas familias copan el arco de la burocracia gubernamental: Alcalde Luján, Taddei Zavala, Batres Guadarrama, Godoy Ramos, Ackerman Sandoval.

Y se agregaron nuevas familias, en especial los Taddei Arreola, que están en el órgano electoral, LitioMx, Secretaría de Bienestar en Sonora, Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, Secretaría de

Economía y Desarrollo Regional, Conacyt.

Es sencillo. México hoy es dirigido por un movimiento, y su jefe.

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