¿Cómo una república se puede caer?

Jorge Miguel Ramírez Pérez

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

En breve los legisladores del partido del gobierno, sus aliados y votos de seudo opositores encubiertos, habrán consumado bajo el disfraz de una serie de reformas constitucionales la caída de la República Mexicana, así como suena. Lacónicamente. Y solo si se fundamentan los jueces con decisión en la verdad política constitucional podrán evitarlo. Tienen que hacerlo, no hay más: transitar en el camino angosto.

Para muchos acostumbrados a las asonadas constitucionales de última hora de los autócratas del siglo pasado, un machetazo a la estructura constitucional, un capricho o una venganza en las que caben imposiciones ideológicas hasta expropiaciones bancarias son únicamente rayas a un tigre muy manchado. Pero nada de eso por absurdo y grave que haya sido, se compara con el golpe técnico de estado, que le quieren sorrajar a la república dos poderes: el ejecutivo y el legislativo, disolviendo al poder judicial.

Esa es la pretensión, no hay otra; para dejar solo en dos patas un tripié, que obviamente se va a caer. Si no se entiende esta analogía tan simple, no se entenderán las graves consecuencias que se desprenden automáticamente una vez que se descuartice estructuralmente el edificio del poder público si no se hace lo imprescindible.

Los golpistas que fraguaron esta ruptura del orden constitucional y los confundidos que no saben distinguir entre información verdadera con los datos basura (fake news) que les intoxican cada mañana, ya sea por un nihilismo originado en el resentimiento social, o porque nunca entendieron la naturaleza de los cimientos de la Constitución; creen que despojar al país de sus jueces y además quitar de en medio los poderes constitucionales autónomos, no tiene mayor repercusión porque para ellos, basta que un insaciable de poder que se aferra a la presidencia lo promueva, para adherirse con el objeto de finiquitar la desinstitucionalización  de México.

No es una decisión coyuntural que han puesto en juego quienes malamente tienen el poder sino todo lo contrario, se buscar elevar abiertamente el poder personal del ejecutivo no solo dictatorialmente, sino de modo tal que quede frágil el nuevo mando y en unos meses -se dice- regrese el tirano que no puede existir sin el vicio de impulsar cotidianamente el culto a su persona.

Y lo que asombra es que los grandes juristas incluso los que defienden la prevalencia del poder judicial, parece que no llegan a comprender que el estado mexicano republicano prácticamente sigue el rumbo de su extinción tanto en su naturaleza, como en su armadura tripartita de poder porque se encuentra cautivo y sujeto a quien maniobra mediante la tiranía de las mayorías, tan señalada por los estudiosos de la teoría política y de la filosofía política constitucional.

Vamos por partes, para aclararle mi estimado lector, que no nos manejamos con la víscera que tan ambientados nos tienen a los mexicanos los demagogos del poder, sino que los que analizamos el asunto y lo calificamos de grave y atentatorio a las libertades básicas; intentamos por el razonamiento concluir nuestros asertos.

Número uno, la función primigenia del estado y la única racional que le da origen y sustento es el mandato ciudadano de carácter irrevocable para que combata al mal y se haga justicia. Eso es lo sustantivo, lo demás que hace o pretende hacer se fundamente si se cumple la premisa de castigar al que mal hace con la fuerza que otorga la ley; porque esa es la legitimidad de este, siempre y cuando sea exitoso y nadie lo rivalice en su territorio. No lo digo yo, lo dicen todos los expertos desde Max Weber pasando por Trotski. Y en ese tenor está el papel de los juzgadores que no pueden ser reemplazados a capricho.

La pregunta obligada es ¿este gobierno gobierna? O, mejor dicho ¿estos que cobran como gobierno combaten al crimen de manera exitosa como para depositar en ellos mandato y recursos que aseguren la paz social? Obviamente, no. De hecho, frivolizan sus obligaciones y sobreponen a la ley sus argumentos simplones, de que el pobre es el que delinque y cuando deje de serlo, se abrirá un mundo de paz… una burla para no hacer el trabajo y recibir apoyos de los criminales.

Por eso quieren faramallas de jueces a modo.

Número dos, el estado se constituye con tres poderes, no uno, ni dos, son tres. No se puede prescindir de un poder sin que se desestructure el equilibrio constitucional que le da vigencia. Si se desaparece un poder, por la razón que sea y sobre todo cuando conspiran abiertamente dos poderes para abolirlo, deja de existir ese estado republicano, incluso aunque el pretexto sea que supuestamente va a ser mejorado, ipso facto surge un estado totalitario; uno, donde un poder, o mejor expresado donde un sujeto asume las funciones de mando único y de facto indivisible.

Para Hanna Arendt la mayor estudiosa del totalitarismo son varios los factores que destruyen una república por un estado totalitario:

  • un partido único o prácticamente único. Tal como sucede hoy en México, pero con la eliminación de la representación proporcional ya será en el futuro formalmente el único partido, el del gobierno; porque además ya tiene el mecanismo monopólico de pagar la adhesión política y electoral al estado, por medio de apoyos económicos destinados a la masa adicta.
  • Sometimiento o desaparición de otros poderes: el legislativo, que aprueba sin modificar una coma; y el judicial y autónomos constitucionales que desaparecen; uno, para imponer una turba seudo judicial incondicional, y los otros, cuyas funciones que eran autónomas las destinan a la burocracia central para el control personal del líder -en alemán füher- y lo que respecta a los poderes estatales, prácticamente quedan sometidos porque las facultades recaudatorias las monopoliza el ejecutivo, excepción del predial que será sustituido por arriendo de concesiones al desaparecer en el proyecto morenista la propiedad, tal como lo ha expresado Mario Delgado presidente de Morena. De hecho, el gasto federalizado ya se ha evaporado, solo hay delegaciones para la dispersión de apoyos a los electores cautivos por medio de la secretaría electoral del régimen que se llama Bienestar.
  • Invención de la figura de un enemigo al que el régimen se enfoca creando un mito y azuzando a la masa contra los que configure el tirano como adversarios, en el caso de México, son varios: la clase media, los periodistas, los jueces, y todos los que quepan en una entelequia que le denomina “neoliberales y conservadores”. Los nazis ese papel se lo dieron a los judíos, pero a veces como dice Arendt ni siquiera lo tienen bien definido, pero crean esa figura para agrupar un odio amorfo.
  • Masificación de las personas. No aceptan la pluralidad: hay un prototipo lumpen y todos se deben clonar en esa forma. No reconocen los derechos naturales en sí; en el caso de México hablan de derechos humanos, pero no tienen relación con la filosofía del derecho que valida tales derechos. La evidencia es la que externa en clases el ideólogo del chairismo, el exministro Arturo Zaldívar, para quien no existen derechos originales, ni siquiera el bien, o el mal, solo lo que el estado reconoce como tales.
  • En ese sentido lo que hace el gobierno totalitario es demoler el orden constitucional y armar un andamiaje jurídico que faculte de poderes al estado totalitario de manera unilateral. Para Arendt esa es la principal demostración del orden totalitario a diferencia de dictaduras todavía menos aberrantes que operan a espaldas de la ley o en la que ésta queda en suspenso.

¡Qué hacer?

Para mí los elementos están a la vista y lo ven no solo los socios del bloque comercial Estados Unidos y el Canadá sino hasta la ONU, la Asociación Internacional de Jueces y prácticamente todos los estudiosos serios del derecho y la política. Me parece que la corte tiene que fundamentar lo que es real y no perderse en las argumentaciones laterales o superficiales de lo “políticamente correcto” es decir, de queda bien, o de prestaciones laborales, hay que ir por todas las canicas, al fondo directamente y denunciar la conspiración de una alianza política para despojar de la impartición de justicia a los mexicanos mediante un intento de golpe de estado al poder judicial, punto.

La agresión contra el poder judicial ha sido constante, personal, amedrentadora, insistente, acosadora, violenta, e incriminadora, ofensiva, insultante, denostadora, lacerando moralmente, y usando los medios públicos y de gobierno para infamar personas, alentando y atentando el linchamiento de servidores públicos de manera flagrante conspirativa, e impune.  Y me faltan más infamias a las que a la ministra Piña y a la Corte las han manchado.

Este es su momento histórico.

Porque tal parece que el gobierno actual quiere continuar destrozando la República, no se configura únicamente como un cambio de régimen que obviamente es una definición que pretende. Sus sendas conducen secuencialmente a la ruptura económica de México, destazando el Tratado Comercial.

En ese punto inició ayer interrumpiendo las relaciones con los socios, es parte del blindaje de toda tiranía: escudarse en un patrioterismo de pacotilla… Los agravios pesan y van saliendo a la luz y cada uno sabe los daños que ha ocasionado; e indudablemente eso explica la rudeza de los exabruptos a diestra y siniestra. Pero eso es problema de cada uno.

Ya la Corte Interamericana le negó el visto bueno al agandalle del congreso. Lo demás que sigue será turno total del análisis geopolítico… ¿hay otro?

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