Es asunto de lana, como todo en la 4T

Rubén Cortés.

El grupo político que gobierna (y del cual seguirá siendo jefe el presidente) dispondrá de 230 mil millones de dólares del Banco de México, que hoy no puede tocar porque la ley lo impide, pero que agarrará este mes al hacer cambios constitucionales.

Lo único que ha impedido tomar esos 230 mil millones de dólares frescos de Banxico al grupo político que gobierna (y del cual seguirá siendo jefe el presidente) es la permanencia de 16 palabras en el artículo 28 constitucional, que lo prohíben.

Dicen esas 16 palabras: “Ninguna autoridad podrá dar órdenes al Banco de México para utilizar esos recursos para financiar proyectos”. Pero esas palabras van para afuera.

Y el presidente entregará el cargo a su sucesora habiendo cumplido totalmente la misión financiera, una de las tantas que ejecutó como mandatario para cimentar un poder duro y duradero al grupo al grupo político que gobierna, y del cual seguirá siendo jefe.

Su misión financiera desde 2018 (para implantar la autocracia legal y punitiva de su grupo político) consistió en financiar esta autocracia legal y punitiva con los recursos que el Estado mexicano, y no con riqueza producida por su gestión gubernamental.

Este gobierno dio el triunfo a Sheinbaum, con base en trasferencias bancarias a los votantes, pero no sacó ese dinero de recursos propios. Las transferencias salieron de lo que produjeron los gobiernos anteriores, y de préstamos pedidos por este gobierno.

En los primeros tres años, gastó los 350 mil millones del Fondo de Estabilización Presupuestal, los 68 mil 400 millones de 109 fideicomisos, los 15 mil millones del fideicomiso de la Corte y 11 mil millones para mantenimiento de carreteras.

En agosto de 2020, el entonces secretario de Economía, Arturo Herrera, advirtió a los legisladores de Morena que “este año se terminarán los guardaditos y se presentará un escenario complicado”.

Pero los guardaditos se fueron en comprar votos, y después el presidente hizo ganar a Sheinbaum pidiendo prestados montones de lana, que deberá pagar el gobierno de Sheinbaum. Pero ella tendrá 230 mil millones de dólares de Banxico, que no tuvo él.

De ahí que muchos cometen el error histórico de afirmar que el presidente desmantela la democracia porque es un loco vengativo, caprichoso. Los locos son inocentes, pues no saben lo que hacen. Y si alguien está cuerdo es el presidente: él sabe lo que hace.

Y tampoco son inocentes la mayoría de la sociedad y las elites que lo acompañaron (a tiempo y sonrientes) durante estos seis años de su deconstrucción, avisada y pública, del contrapeso de poderes del Estado, el INE y la sociedad civil.

No juguemos con las palabras: los locos están en los manicomios.

Esto es serio.

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