Raúl Flores Martínez.
A partir de la pandemia de COVID 19 el hogar se convirtió en el lugar donde se desarrolla la mayor parte de la vida personal, laboral y educativa, esto se traduce que dentro del hogar la energía juega un papel fundamental.
Con la creciente automatización y conectividad de los hogares, es esencial gestionar eficientemente la energía, desde luces programables y aparatos inteligentes hasta cámaras de seguridad, módems y extensores Wi-Fi.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías del consumo total de energía en el sector residencial de México, 76 por ciento corresponde a energía térmica y el 24 por ciento restante a energía eléctrica.
La cocción de alimentos fue el uso final de mayor demanda energética, con 59 por ciento del consumo, seguida por el calentamiento de agua 15 por ciento, el enfriamiento de espacios 7 por ciento, la refrigeración de alimentos 5 por ciento, la calefacción 3 por ciento, el entretenimiento 3 por ciento y la iluminación 2 por ciento.
Con el regreso a clases, el próximo 26 de agosto, muchas familias enfrentan el desafío de preparar sus hogares para el nuevo año escolar. En este contexto, la importancia de contar con un respaldo de energía confiable no puede subestimarse. La educación en línea y las actividades extracurriculares dependen cada vez más de la tecnología, lo que hace esencial contar con una fuente de energía ininterrumpida para asegurar las actividades de los estudiantes.
Sin duda, la pandemia de COVID-19 aceleró la adopción de plataformas de aprendizaje en línea y herramientas digitales. Aunque las clases presenciales han regresado, el aprendizaje híbrido, que combina sesiones presenciales y virtuales, se ha convertido en una práctica común.
Esta modalidad educativa depende en gran medida de la estabilidad eléctrica para mantener dispositivos como computadoras, tablets y routers de internet operando, algo que también depende de la electricidad que en la actualidad en algunas partes del país es inestable.
