El sistema político mexicano bajo daños irreversibles

Jorge Miguel Ramírez Pérez

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

No solo es en Sinaloa el desbarajuste como quieren hacer ver únicamente las acciones, declaraciones, notas y materiales tanto en los medios de comunicación como en las redes, direccionados por las políticas desinformadoras del Palacio Nacional; sino es en todo el país el notorio hundimiento del orden constitucional. Una realidad desde el inicio del régimen actual.

Lo sucedido hace unos días con la detención del principal zar del México negro, y los sucesos que se desprenden cada vez más intensos e interrelacionados con más personajes y eventos de la vida pública en el país, son el resultado lógico de la podredumbre de la política en México.

Además, se hace alarde en medio de la crisis de la impunidad y la inmoralidad sin límite, al estilo del decadente emperador romano Heliogábalo, el más sucio de los césares; que las leyes y el bien común o bienestar como le llame, sirven como decía un amigo muy estimado:” para lo que se le unta al queso”.

El problema de fondo no es tan solo la sucesión de eventos acusatorios que obviamente tienen a gran parte de la clase política local y nacional en ascuas, ni la maraña de mentiras para salir adelante del aventadero que parece adquirir proporciones descomunales; tampoco, aunque de suyo es grave, la lucha que se aproxima para ocupar las jerarquías del crimen, dado que los espacios que se producen en los vacíos de los procesos y las confrontaciones caben dentro de los códigos tradicionales de los respetos y vendettas, que exigen los jefes de los grupos como formas insustituibles de la cohesión de lealtades. Las disputas de la corte de los milagros y sus personeros políticos suenan fuerte.

Sin embargo, el núcleo de lo complejo del problema no son las consecuencias enunciadas en el párrafo anterior que para nada son menores, por el contrario, son potencialmente tormentosas. Lo que escala las dificultades del panorama se enfoca en lo estructural, en los cimientos y en toda la armazón del edificio del sistema político mexicano, incluso en la reedición de la dependencia o la sociedad, pactadas en el plano internacional; la coyuntura solo dejó entrever que las fisuras del espectro no son superficiales, sino que ya dañaron el edificio en su totalidad. El deterioro es sistémico…

Los embates constantes propinados por malos gobiernos de este siglo y los golpes asestados con fiereza al sistema por este régimen, descalificando la legalidad y el andamiaje jurídico; hasta perjudicar la separación de poderes, a la democracia, y la conceptualmente irrenunciable esencia del gobierno para implantar la justicia y el orden; le dieron la puntilla al sistema, avalados de modo irresponsable y pleno, de parte de una bonhomía colectiva indulgente que sin personificar su carácter ciudadano, no entiende el entorno de la incertidumbre institucional y no capta el génesis del derrumbamiento político; porque no tiene, parafraseando en parte a Wright Mills, una imaginación social que la alumbre.

De tal suerte es que la claque del gobierno no tiene salida; pero tampoco sus aparentes opositores como lo he venido afirmando, porque no existen indicios de que pueda concurrir una opción de trabajo que de alguna parte quiera no solo apuntalar, -ya que algunos lo ven de esa forma- la caída; sino que puedan dirigir sus esfuerzos o talentos a rediseñar el sistema en su complejidad para darle viabilidad a lo que reste del derrumbe. Y no solo eso, sino operar para devolverle la vida perdida a la razón política legítima desde una perspectiva de salvación nacional.

Los autonombrados políticos en su mayor parte o están en las nóminas y los recuerdos del hampa o su compromiso es de persistencia en la línea de la astucia, comúnmente denominada grilla conspirativa; lo que no les permite ver el desafío, que encuadran de manera elemental en el marco tradicional de buscar “perfiles idóneos” o reproducir más burocracia que le proporcione cobijo a las ocurrencias.

El tiempo se les agotó y se verán los resultados.

Lo de Sinaloa es sintomático, pero eso no es lo relevante en la historia, lo que deja al descubierto es la punta de la madeja de la caída de un híbrido sistémico de la colusión de la política y el crimen en México como paradigma experimental, algo que fue creciendo hasta hacerse incontrolable incluso por los propios seudo domadores de la bestia, que no encuentran salida de los laberintos sin salida, de un esquema que llegado a cierto nivel no solo no se puede sostener de modo conceptual, menos controlarse en lo concreto en la escala del poder operativo.

La coincidencia de la ambición desmedida y el hambre de poder nunca han sido en la historia piezas que permitan la mínima estabilidad para disfrutar lo logrado.

Lo que resta es un reto de enormes proporciones… el problema me parece, es que no hemos aprendido la lección.

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