Rodolfo Higareda Coen.
La zona de hospitales de San Fernando en Tlalpan me es muy familiar porque por ahí tuve mis oficinas durante muchos años; así que decidí estacionar mi auto frente al psiquiátrico y caminar desde ese lugar hacia el INE . Guadalupe Acosta Naranjo había convocado al Frente Cívico y a otras organizaciones para protestar por la sobre representación legislativa que pretende imponer el nuevo partido de Estado. Al bajar del coche sentí una atracción inusual por aquel lugar, que en mis tiempos llamábamos manicomio, pero lejos de ingresarme voluntariamente me seguí de frente para escuchar a los manifestantes metros adelante. Desde luego no esperaba ver a una multitud dado que el instituto está, para todo fin práctico, hasta casa del diablo. Ya para cuando llegué a las puertas del derruido palacio de la democracia, encontré varios cientos de personas atentas a lo que se decía; entre ellas Margarita Zavala, Santiago Taboada, Fernando Belauzarán, Leonardo Valdés y Xóchitl Gálvez.
Pero más allá de los discursos, sobretodo el de la ex candidata quien me pareció intentó hablar de trampas muy a destiempo, lo que me desanimó sobremanera fue la ausencia absoluta de jóvenes. Casi todos éramos viejos, ya pasados de los cincuentas, con uno que otro chavo acompañando a sus padres o abuelos (o eso parecían). No pude evitar el recordar mis tiempos universitarios, donde miles de nosotros acudíamos espontáneamente al Zócalo o a donde fuera para escuchar a Cuauhtémoc Cárdenas o a Maquío. No teníamos ni Tic Toc ni Internet, pero esos sí leíamos El Excelsior, La Jornada y El Proceso. Estábamos ya muy inconformes con décadas del mismo régimen que nos había legado crisis económicas, trampas, represión y corrupción. Y es que en esa época, nuestra naturaleza contestataria nos impedía apreciar cualquier otro tipo de avance. Sin embrago, cuarenta años después, me doy cuenta que lo hicimos todo mal.
Nuestra sociedad, la clase media debo aclarar, en algún momento se acostumbró a la vida fácil. Según nosotros ya estábamos camino a la modernidad (lo que sea que significara eso), el libre comercio nos permitía encontrar hasta el producto más caprichoso, había alternancia en todos los niveles de gobierno, contábamos con un árbitro imparcial y ciudadano para organizar las elecciones, y podíamos ir a Acapulco sin temor alguno a ser levantados por un carnicero a mitad de la noche. Quizás por eso bajamos los brazos; y el resultado ahora es que tenemos a un par de mexicanos, casi heroicos, montados en un jamelgo y un burro, provistos de una armadura improvisada, viendo de frente a un gigante que esta vez no es ningún molino de viento.
En veinticinco años, esos quijotes muy probablemente ya no estarán más aquí, pero se les recordará como héroes de la democracia en un México que ya no reconoceremos. No tengo una bola de cristal, pero lo que sí sé es que la oposición hoy en día carece de tres cosas fundamentales: Dinero, base social y liderazgo atractivo. Sobre el tema del financiamiento, me queda claro que Claudio X González tiene un límite y que allá afuera no hay muchos mecenas dispuestos a echarle combustible a una máquina a la que le faltan ruedas y cuyo camino a seguir se mira sinuoso. No es lo mismo tener las arcas del gobierno de la Ciudad de México y de otros estados y municipios a disposición, o contar con el diezmo de legisladores y contratistas, a tener que botear en calles y avenidas. Tampoco es igual el movilizar a las amas de casa vestidas de rosa un domingo cualquiera, a contar con la CNTE, los Ayotzinapos, los de Luz y Fuerza o los Atencos cada que se desee sitiar algún lugar. Digamos que el ejército contestatario está menguado; y lo peor, que también se notó ayer, fue que de sus filas ya desertaron los partidos. Nada de PAN porque Xóchitl se encargó de negar esa cruz una y otra vez. El PRI pues ya es la tiendita de Alito y el PRD fue sepultado para bien. Dicho esto, no me resta más que aplaudir el esfuerzo de esos pocos que se enfrentan a un sistema que ya terminó por colonizar a todas las instancias que antes nos daban ciertos equilibrios democráticos. Ya soltaron el primer recto de derecha autorizando la sobre representación en el congreso local (sin protesta callejera alguna eh); y ahora vendrá el gancho al hígado con un INE y un tribunal federal que no tienen mayores incentivos que no sean los que le ofrece el poder en su máxima expresión.
El plan trazado no tiene reversa y tendremos que vivir durante un muy largo tiempo con las consecuencias de nuestros descuidos y negligencias. En el menos peor de los casos, y al igual que ellos desde 1999, quizás tenderemos que esperar un cuarto de siglo para alcanzar de vuelta el poder. Pero en el más dramático de los escenarios, no dudo que puedan romper el récord de ochenta años del partidote.
@RudyCoen