Rubén Cortés.
Otra factura a pagar por la virtual presidenta será por la adolescente pasión ideológica del actual presidente que, para molestar a Estados Unidos, facilitó que China y Venezuela burlaran, a través de México, las sanciones económicas impuestas por Washington.
Ya, el domingo, puso el grito en el cielo el secretario de Hacienda transexenal Ramírez de la O, al reclamar que el próximo gobierno tiene que revisar su relación comercial con China, porque “nos vende y no nos compra, y eso no es comercio recíproco”.
Pero este gobierno empezó con tanta entrega a China que el canciller Ebrard dio el gusto al dictador chino Xi Jinping de clausurar una reunión de la Celac, que fue ideada e impulsada por otro dictador, el fallecido gobernante venezolano Hugo Chávez, en 2010.
China aprovechó el arrobo ideológico de la 4T para usar a México como puerta trasera y meter sus productos a Estados Unidos, y burlar los aranceles y restricciones a bienes y servicios chinos impuestos por La Casa Blanca.
La ruta China-México no paró de aumentar hasta colocarse como “el comercio de mayor crecimiento en el mundo en este momento”, según la empresa europea de análisis de datos Xeneta. La llegada de contenedores chinos a México ha sido estratosférica.
Hasta Ramírez de la O ya se asustó: “Dependemos mucho de China, le compramos bienes por 119 mil millones de dólares al año, pero le vendemos bienes por sólo 11 mil millones al año”. No: la ideología no se come, pero alguien se enriqueció aquí con este juego.
Y alguien se enriqueció aquí con la pasión ideológica por la Venezuela chavista, a través del Caso Segalmex, que no fueron sólo 20 mil millones de pesos desfalcados en los ojos de su exdirector Ignacio Ovalle, hoy funcionario de Segob.
Segalmex violó sanciones económicas de Estados Unidos contra el dictador Nicolás Maduro por capturar el órgano electoral, usurpar el gobierno, traficar drogas y cometer crímenes de lesa humanidad.
El contacto de Segalmex con Maduro era Joaquín Leal, empresario surgido al calor de la multimillonaria red de tráfico de influencias, integrada por empresarios muy enchufados en las grandes obras de este gobierno.
A Leal le crearon la empresa Libre a Bordo, que negociaba con Alex Saab, un colombiano prestanombres de Maduro, que estuvo preso en Estados Unidos por lavado de dinero, y luego liberado, a cambio de presos políticos de la dictadura.
Saab usaba fachada de diplomático para contrabandear petróleo con Irán, y ser parte de la delegación de Maduro, que aparentaba, en reuniones en la CDMX, negociar con la oposición venezolana la realización de elecciones libres en algún momento.
El fervor ideológico llenó bolsillos particulares, pero dañó las arcas del Estado.
Y lo pagará el próximo gobierno.