Alejandro Rodríguez Cortés*.
Vaya mes de julio.
En México, a un mes de la tragedia electoral, Claudia Sheinbaum sigue mimetizada con su jefe el presidente López Obrador: parece heredar filias y fobias obradoristas y cede espacios en su gabinete. ¿Cambiará algo a partir del 1 de octubre próximo? No lo parece, aunque no pasa nada si concedemos el beneficio de la duda. Total, ya no hay nada qué perder.
Morena vive una soterrada guerra civil en la que se disputan cargos y parcelas de control político. El PAN trata de colgarse de la sociedad civil que salió a las calles a defender las instituciones. El PRI agoniza con una dirigencia reeleccionista y viejos militantes que pronto serán tránsfugas del tricolor. El PRD prepara su propio sepelio. Movimiento Ciudadano cotiza el valor de sus pírricas victorias, mientras que el Verde y el PT siguen disfrutando de las mieles de su propia prostitución.
Nuestro país está expectante frente a 5 magistrados que decidirán si le dan o no la mayoría calificada al oficialismo. Angustiosa espera para ver si los miembros del tribunal electoral darán oxígeno o los santos óleos a la institucionalidad de la nación.
Los votos acabaron con la democracia mexicana y una bala con la esperanza norteamericana. Quisieron asesinar a Donald Trump y mataron al viejo Joe Biden, quien lucha contra sí mismo y su senectud para definir su legado.
Son tiempos de sinrazón y desazón, donde imperan los radicalismos y escasea el equilibrio de la sensatez.
Millones creen que hacer grande a América de nuevo es darle la razón a Putin, que a su vez engaña a los transnochados latinoamericanistas con el cuento ya caduco de la hoz y el martillo, y a los propios rusos con la falsa batalla contra el supuesto nazismo del país invadido, por cierto gobernado por un judío.
Los ingleses se arrepienten del Brexit y los franceses realizarán los Juegos Olímpicos en medio de su incapacidad para conformar un gobierno estable y de la incertidumbre por la latente violencia de la inmigración, que el futbol trata de normalizar con jugadores afroeuropeos que tiñen las selecciones futboleras del viejo continente.
Tiempos de confusión, diría Macario Schettino, en que mexicanos autodenominados progresistas y transformadores añoran el priísmo del siglo pasado, y argentinos liberales no terminan por deshacerse del viejo peronismo. Días en que promotores de la diversidad defienden a homófobos radicales islámicos y wokeístas se acercan peligrosamente al antisemitismo.
Y por si todo fuera poco, un cuarto de siglo después de aquellos pronósticos que auguraban una global caída informática cuando llegamos al año 2000, llegó el caos provocado por una falla humana en los sistemas de Microsoft y Windows. Bill Gates pasa de héroe a villano, al revés de Julian Assange, mientras que la Humanidad parece involucionar a 55 años de la llegada del hombe a la Luna.
Por eso, me voy de vacaciones. A mi regreso, en agosto, todo seguirá igual o peor, pero al menos me liberaré temporalmente de las angustias existenciales propias de mi generación, que ya ha vivido mucho más de 4 transformaciones. ¿Anotaron el dato, chairos?
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz
(ESTA COLUMNA VOLVERÁ A PUBLICARE EL LUNES 12 DE AGOSTO)