Por. Rubén Cortés
Un presidente antimexicano en EU le vendría como anillo al dedo a la próxima administración mexicana, que taparía su imposibilidad financiera de pagar todos los programas sociales, con pretexto de cerrar filas para enfrentar al imperialismo: eso nunca falla.
El nacionalismo avivado para frenar al imperio, sería también una contención para críticos y opositores, quienes estarían en la obligación moral de envolverse en la bandera y posponer toda crítica interna, porque eso daría armas al enemigo.
Ocurrió un adelanto el sábado: mientras nuestro aún presidente elogiaba a Trump como un visionario, Trump dedicó un discurso a encender los ánimos antimexicanos, y afirmó que, en su mandato, obligó a México a hacer todo lo que él quiso.
Sheinbaum salió rápido al quite: “Con Estados Unidos no mostraremos debilidad al momento de negociar, se hará desde una posición de fuerza, fortaleza, siempre tenemos que defender a México”.
Antes de que suceda, hay que insistir en que el próximo gobierno no tendrá recursos suficientes para cumplir con su promesa de incrementar los programas sociales, que ya alcanzan al 45 por ciento de la población.
Sheinbaum advirtió que será imposible cumplir sus promesas de dinero a un millón de mujeres de 60-64 años y que será sólo secundaria, el programa de becas, que prometió también para niños de preescolar y primaria.
Vendrá una crisis financiera, porque este presidente deja una deuda de 16.4 billones de pesos, cifra equivalente a la mitad del PIB; la mayor deuda de México desde 1988: el próximo gobierno tendrá que pagarla.
Ante una situación así, es ideal un enemigo externo que despierte el nacionalismo y obligue a posponer lo doméstico. El actual presidente intento hacerlo varias veces para movilizar a sus bases sociales ante las elecciones de 2021 y 24:
–Tardó del tres de noviembre al 15 de noviembre, para reconocer el triunfo electoral de Biden.
–Hizo una reforma exprés a la Ley de Seguridad Nacional para que vengan menos agentes de la DEA.
–Envío una queja diplomática por “promover un golpe en su contra”, al apoyar económicamente a una organización civil aquí.
–Al rechazar a inversionistas de países democráticos y sustituirlos por empresarios chinos, viola el capítulo 32 del T-MEC, que prohíbe acuerdos con economías que no sean de mercado.
–Usó a la compañía de telecomunicaciones china Huawei, considerada por EU como una “empresa espía”.
–Trajo a Maduro un día después de que EU renovara la recompensa de 15 millones de dólares por su entrega.
–El discurso de cierre de la reunión de la CELAC lo dio, por teleconferencia, el secretario general del Partido Comunista Chino.
Y eso fue con el buenazo de Biden.
Trump será un mejor pretexto.
