Rubén Cortés.

Las dádivas vivieron una época de vacas gordas que dio el triunfo electoral a Sheinbaum. Pero las dádivas van a vivir una época de vacas flacas en el gobierno de Sheinbaum, porque ganó gracias al dinero ahorrado de años, y al dinero pedido prestado.

Este gobierno dio el triunfo a Sheinbaum, con base en trasferencias del gobierno a los votantes, pero no las sacó de recursos propios. Las transferencias salieron de lo que produjeron los gobiernos anteriores, y de préstamos pedidos por este gobierno.

En los primeros tres años de gobierno, los programas sociales fueron pagados con los ahorros que encontró el presidente en las arcas del Estado mexicano al asumir la presidencia, y en las cuales había muchísimos ahorros.

Echó mano a los 350 mil millones del Fondo de Estabilización Presupuestal, a los 68 mil 400 millones de 109 fideicomisos, a los 15 mil millones del fideicomiso de la Corte, a los 11 mil millones de pesos del programa de mantenimiento de las carreteras…

Tan temprano como agosto de 2020, el entonces secretario de Economía, Arturo Herrera, advirtió a a los legisladores de Morena que “este año se terminarán los guardaditos y se presentará un escenario complicado”.

Después que Herrera dijo eso, el presidente lo echó del cargo. Pero tuvo tiempo para agregar que “el país cuenta todavía con el Fondo de Estabilización Presupuestal y unos guardaditos que hay por todos lados, fundamentalmente en fideicomisos”.

Los guardaditos se fueron en comprar votos. Después que se acabaron los guardaditos, el gobierno que hizo ganar a Sheinbaum tuvo que pedir prestado montones de lana, que deberá pagar el gobierno de Sheinbaum. Y tendrá menos para programas sociales.

Junto con el poder, Sheinbaum recibirá deudas descomunales. Por pagarles a los electores para que no trabajaran, pero votaran, quien la hizo ganar pidió prestados 2.2 billones de pesos: uno de cada cinco pesos dados a los votantes, provino de esa deuda.

El endeudamiento interno fue de un billón 990 mil millones de pesos; y el endeudamiento externo, de 18 mil millones de dólares. Estas cifras no le importan a quienes votaron por la ganadora, pero sí le importarán cuando las transferencias disminuyan.

Por ejemplo, el AIFA recuperará hasta 2003 el 15 por ciento de su inversión inicial; a Mexicana de Aviación ya le inyectaron seis mil millones, y Sheinbaum tendrá que inyectarle 18 mil millones. Y la industria tiene el menor crecimiento en 30 meses.

Para colmo de males, el sector privado perdió la confianza en la seguridad jurídica que ofrecía el gobierno que hizo ganar a Sheinbaum: esa confianza jurídica no será recuperada, porque la propia Sheinbaum anunció la destrucción del Poder Judicial.

Para poner en su lugar, uno “suyo propio” del pueblo bueno.

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