Alejandro Rodríguez Cortés*.
Con el argumento ramplón de que el pueblo manda, la mal llamada Cuarta Transformación ha hecho de las consultas populares, referéndums y votaciones sus coartadas favoritas para simplemente imponer sus aviesos propósitos de control absoluto de la vida nacional.
Así se han cancelado obras públicas y proyectos pivados, además de hacerse otros aunque estos sean inútiles y cuesten el doble o el triple de lo presupuestado. Con la revocación de mandato se trató sin éxito de legalizar la reelección presidencial. El actual gobierno quiso legitimar decisiones ya tomadas, con la mano alzada en plazas públicas. Y ahora quiere destruir el Poder Judicial con la elección de jueces, magistrados y ministros.
En ese panorama esquizofrénico, el servicio público ya no reclamará expertos en todas las áreas que garanticen el beneficio de aquel pueblo bueno, sino grillos capaces de ganar una elección para ser maestros, ejecutores del presupuesto, médicos, trabajadores sociales, protectores civiles, meteorólogos y todo el etcétera que quieran.
Uno de los más “ilustres” actores de la 4T, ex activista de izquierda que hoy persigue opositores en nombre de un régimen muy parecido al que lo persiguió a él mismo, sufrió este fin de semana un episodio cardiaco que lo llevó al hospital, público por cierto.
Deseo que Pablo Gómez recupere su salud, por supuesto. Pero en el marco de la discusión propuesta en estas líneas subí a mis redes sociales una propuesta: “que se elija por voto popular y democrático a la persona que atienda de sus males cardiacos a Pablo Gómez”.
El sarcasmo con que quise exponer lo absurdo del punto medular de la Refoma Judicial trajo consigo una rabiosa reacción tanto del aceitado mecanismo digital de popaganda obradorista como de personas de carne y hueso que no comparten mis puntos de vista.
Pero lo que más me llamó la atención es que la inmensa mayoría de las numerosas respuestas que obtuve -mentadas de madre y amenazas de muerte aparte- ni siquiera se detuvieron a debatir sobre el fondo del asunto y ni siquiera a sugerir y condenar que yo estuviera minimizando la salud del titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, o más aún deseándole lo peor con mi irónica sugerencia.
De ninguna manera: mi mayor “pecado” fue haber osado cuestionar la voluntad de Andrés Manuel López Obrador, su infalible mesías que ya marcó el camino a seguir y quien -magnánimo- concedió la realización de foros de consulta para escuchar lo que tienen por decir los verdaderos expertos.
No servirá de nada. El pueblo, léase AMLO, ya decidió y la reforma se consumará. Y lo que se diga o escriba, literal o irónicamente, no servirá para un carajo.
Ese es el México por el que votó la mayoría y al que defiende Pablo Gómez, por cierto autoexhibido como un mentiroso unas horas antes de su cardiopatía, cuando juró y perjuró que no hace lo que está haciendo: perseguir a Carlos Loret de Mola.
Deseo que se recupere, aunque no para que siga siendo lo que tanto criticó y combatió: un represor. ¿Lo sometemos a votación?
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz