México.- Las culturas inevitablemente cambian, y las de los grupos indígenas de México no son la excepción. Sus integrantes quieren ser parte del mundo global, mainstream; no desean quedar fuera, afirmó el investigador del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales (CEPHCIS) de la UNAM, Enrique Rodríguez Balam.
Sin embargo, en el ámbito político y en algunos sectores académicos con frecuencia se sigue creyendo que es mejor que en ciertos aspectos se queden “como siempre han estado”.
En Yucatán, por ejemplo, hay una apuesta por resaltar la parte folclorizada de los grupos originarios. “Existe la idea de que sigan usando el huipil o cocinando de la manera tradicional, porque de sus conocimientos ancestrales se ‘nutren’ tanto el turismo, como el mundo académico y las agendas políticas que deben mantener una cuota de minorías étnicas”.
No obstante, la cultura avanza y la que no se adapta a los cambios tiende a desaparecer. “Cuesta un poco entender esas transformaciones, pero son inevitables; además, los indígenas aceptan algunos aspectos culturales, otros los incorporan y algunos más los rechazan o los ignoran”, argumentó en entrevista.
El universitario refirió que internet “ha venido a revolucionar el tema de las identidades y de la cultura; escucho a los jóvenes usando expresiones de otros países porque juegan en línea con sus amigos; y nosotros también exportamos cultura, y el cántico del equipo Pumas, de futbol, lo adoptaron los aficionados del Real Madrid”.
Eso es lo que hay que entender: no podemos vivir con idealizaciones y romanticismos culturales. En antropología, seguir hablando de absolutos en las identidades es bastante anticuado, anacrónico e inapropiado si se trata de una discusión seria, advirtió.
Los indígenas, detalló el especialista, quieren integrarse al México moderno y a ser parte de las transformaciones globales, ser empresarios, solicitar créditos, etcétera; los artesanos que fabrican huipiles desean tener una cuenta de Instagram para venderlos, o modifican sus modelos para ajustarlos al gusto de los clientes, sustituyendo los colores vivos por tonos ocre, por ejemplo.
Rompen con tradiciones
El investigador a cargo del proyecto La modernidad de la tradición. Cosmovisión y cambio religioso entre los choles y mayas del sur de Yucatán, mencionó que integrantes del primer grupo étnico llegaron a esa entidad provenientes de Chiapas hace más de 30 años, por lo que son varias generaciones las que han habitado territorio yucateco, principalmente el poblado de San Felipe, entre Oxkutzcab y Tekax.
Con su estudio, plasmado también en un libro, el universitario quiso debatir la homogeneidad étnica en Yucatán con la supuesta presencia única de los maya-hablantes y hacer notar que también habitan choles, tzotziles, tojolabales o kanjobales, migrantes que van cambiando de lugar para vivir.
También precisó que la chol no es una sola zona, sino que incluso dentro de Chiapas ese grupo ha abarcado otros territorios más allá de las cercanías de Palenque, y ha traspasado las fronteras estatales. “Es una cultura que se mueve y que no pertenece únicamente a ciertas áreas, como se le quiere encasillar”.
Hay varios factores que explican este fenómeno migratorio: conflictos políticos (como intentos de ser reclutados por el Ejército Zapatista) y violencia por problemas de tierras limítrofes son algunos, pero el más importante es su conversión al adventismo, una rama del cristianismo protestante.
“Narran que cuando llegó uno de los pastores adventistas a hacer su labor evangélica, tuvo una especie de revelación y les dijo que si salían de sus lugares de origen iban a prosperar”, relató.
Aunque las cifras varían, en el llamado cono sur de Yucatán debe haber más de mil choles, familias completas, y presencia de varias generaciones, calculó el también académico del CEPHCIS.
Al llegar a tierras nuevas rompen con cuestiones tradicionales, por ejemplo la vestimenta y alimentación; no obstante, conservan su lengua. “De hecho, la gente con la que yo pude trabajar habla español, maya yucateco (sobre todo los que nacieron en la entidad) y chol, las tres lenguas”; en contraste son pocas las personas monolingües, generalmente los más ancianos.
Lo mismo ocurre con el maya yucateco, que se mantiene a pesar de que el “catastrofismo lingüístico” determinó su muerte hace años, abundó Rodríguez Balam.
Los choles se han despojado de numerosas cuestiones, creencias y marcadores de identidad, y han sabido adaptarse a otro contexto sociocultural.
Es gente que, por ejemplo, carece de miedo a empleos que no tienen nada que ver con el sector primario; las mujeres a temprana edad, 15 o 16 años, se dedican al trabajo doméstico y los varones se contratan en empresas o maquilas; cultivan, pero para el autoconsumo. También hay empresarios, dueños de líneas de autobuses o de transporte, apicultores o ganaderos.
Se adaptan bien a la cultura y al presente que les toca vivir, y emigran si les ofrecen una mejor opción de vida y de trabajo; no tienen el arraigo que vemos en otras localidades. Además, se relacionan con la tecnología, el uso de celulares, de cámaras, etcétera, concluyó Rodríguez Balam.
Con información de la UNAM