El gabinete de Claudia Sheinbaum. En busca del tiempo invertido

Jorge Miguel Ramírez Pérez

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

Tradicionalmente el nombramiento del gabinete de los secretarios y funcionarios cercanos al mando mueve a especulaciones siempre. Surgen teorías que combinan historias con datos y lugares comunes, tratando de desvelar los motivos de las designaciones; para averiguar el trazo del futuro de la política y sobre todo de la economía, no únicamente la nacional; sino la costumbre ha sido poner interés en aquéllos a quienes directamente les afectará o beneficiará en sus bolsillos.

El anuncio reciente, al nombrarse el primer sexteto cobró interés porque en el pasado inmediato, el que está por terminar en esta fase, no hubo figuras de peso adicionales a las ya conocidas previamente; nada que aportar para que se hubieran generando expectativas agregadas. De hecho, muchos del gabinete que se va, o del que formaron parte, estaban solamente para cubrir el hueco, para hacerse los occisos y dejar a otros cargar con las pifias como el conocido caso del Secretario de Salud, Jorge Alcocer y Hugo López Gatell, el tristemente famoso Doctor Muerte.

De hecho, los llamados ministros, que solamente son secretarios, no hicieron presencia real para la población durante el sexenio de Obrador: la que fuera titular de la antiguamente poderosa Secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero fue despojada hasta de las funciones de migración de modo fáctico y contrariamente a lo que se esperaba en el tema, lo que le correspondía, como factor de contención de la migración desenfrenada; fue lo opuesto, se convirtió en promotora de las hordas sureñas, que engrosaron las utilidades del crimen organizado en comerciar el tránsito de trata de personas en territorio nacional.

La actual secretaria también de la desvalorizada Gobernación, cuando estuvo en la dependencia del Trabajo, puso toda la estructura en las manos de su padre, un conocido abogado laboral que se dio vuelo haciendo y deshaciendo lo que quiso en esa oficina.

Casos como esos fueron evidencias para mostrar que esos cargos estaban con nombres irrelevantes, sin personas reales que actuaran en sus responsabilidades legales y administrativas. Se trataba de poner incondicionales bajo la fórmula oficial pregonada por el propio Obrador de 90% lealtad y 10% capacidad, así que, muchos de los agraciados con la marca de la lealtad es hora que todavía no saben de que se trataron los puestos en los que los pusieron. Y no se puede decir que eran “floreros”, porque no adornaban nada.

Técnicamente ponderar la lealtad por encima de la capacidad en realidad tiene el objeto de crear un mando único y discrecional para manejo del poder, sobre todo, para que el reparto del botín (spoil system) no tenga testigos institucionales. Ese viejo sistema del ganador toma todo y lo reparte como se le da la gana, fue instaurado como nos lo recordó Alejandro Gil Ricasens, en su artículo en El Financiero hace ocho días, al remembrar al nefando Andrew Jackson séptimo presidente de EUA, planificador y operador de la provocación de los ruffians del despojo de Texas a México.

El otro sistema para nombrar funcionarios es el de ponderar méritos y experiencia, capacidades junto con lealtad a las instituciones y no a las personas, ponderaba el estudioso Max Weber en los albores del siglo XX.

Claro que en los gabinetes se impone la representatividad del poder: de los grupos ya sean políticos como económicos. Hay cargos que requieren la benevolencia internacional: Relaciones Exteriores o la Fiscalía. Hay otros que hacen imprescindible el aval del dinero mundial como Hacienda. Otros son un negocio que tiene vaivenes

como Comunicaciones, Pemex y CFE, se lo disputan los grupos internacionales con testaferros nacionales; los españoles con Calderón; con Peña y Videgaray los Clinton y afiliados a los demócratas; después dieron bandazo con Trump, pero eso empezó a operar hasta que llegó Obrador a medias, porque no repitió el pelirrojo.

Así que, comentar el gabinete tiene muchos filos que revisar, por eso la determinación del poder, su rumbo y los compromisos preceden el trámite electoral. Ese es el proyecto de gobierno, que no necesariamente puede ser el proyecto de México, porque para eso tendrían que tener todas las cartas y faltan algunas cartas de mucho valor en el mazo de la baraja mexicana.

Entonces se juega complementando los comodines con cartas de poder que son pocas. Las equivocaciones se multiplican cuando no se diagnostica bien el juego, y falta precisión temática.

Los subtemas son muy claros, uno de ellos: nadie del poder quiere jugar con los prianistas, así de claro; al PRI le habían cerrado la interlocución desde el 2000; lo dejaron pasar una sola vez más y el resultado fue que traicionaron a todos. Peña se le volteó a Clinton e impuso a Obrador, como emergente. No le gustó la maniobra a casi nadie, solo a Slim al principio.

Parece que México puede recomponer el juego en lo posible y recuperar el tiempo invertido en las lides mundiales; por lo menos en lo que termina el 2024 y algunos puedan trascender la fecha, me parece que ese es el sentido de Claudia Sheibaum en los primeros nombramientos: el doctor en siquiatría De la Fuente, recién egresado de la ONU en Relaciones Exteriores; Alicia Bárcena, con experiencia en el Medio Ambiente donde estuvo con Camacho Solís en aquélla incipiente SEDUE; Julio Berdegué en Agricultura y Marcelo Ebrard, en Economía; conocen las fichas, se les puede hablar de cosas que pasan en el mundo más allá de lo doméstico. Todavía no asumen la disciplina de la realpolitik pero están, quieran o no en el camino.

Le toca a Berdegué en Agricultura entrarle a dos cosas una, sacar a las gavillas de su antecesor; y dos, cambiar mucho del lenguaje viejo de los apoyos y del enfoque cuadrado de las políticas del campo. Me parece que, para empezar, es alguien que tiene claro el orden del medio rural: primero, las condiciones de los que producen, escasea la mano de obra; segundo, el agua, que es todo un universo; y tercero: el mercado agroalimentario.

Marcelo Ebrard está ante una oportunidad única de planificar aterrizajes de la inversión, operar las directrices de la presidente y su asesora en la materia: Altagracia Gómez. Es trabajo de filigrana incompatible con la grilla, es sentido político concreto. Debe escoger muy bien a sus colaboradores que a veces van a donde a él no le conviene.

Merece reconocimiento tanto la propuesta de una secretaría de Ciencia y Tecnología, como su responsable. Rosaura Ruiz, suma capacidad a la cercanía. Me parece que con esta decisión en la educación superior -por primera vez en la historia del país-, al menos, se plantea la salida para subir al ascensor de mejores condiciones seriamente. Y deja en el basurero los planes centenarios del subsecretario de Educación Superior de apellido Concheiro, que el comunismo era el fin propuesto para México. No va a ser fácil deshacerse de la presión de esas rémoras culturales obsoletas.

Por último, está una persona que no se que atributos tenga más allá de la vieja lealtad extrema a Obrador, ojalá sea a la presidencia. Ernestina Godoy. Parece que a nadie le representa buenos augurios. Si no le da Sheibaum el poder que Obrador le dio a Sherer, pudiera servir; pero muchos ven en ese cargo el riesgo de que todo procedimiento jurídico puede llegar más rápido hasta la Ching…. Que a la oficina de su jefa.

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