Jorge Miguel Ramírez Pérez.
“Cuanto mayor determinación política,
tanto menor determinación de otro tipo;
cuanto más Estado, tanto menor libertad”
Niklas Luhmann
Uno de los pensadores más avanzado en la Teoría General de los Sistemas aplicadas a la política y a los estudios de la sociedad, Niklas Luhmann en su obra: “Teoría Política en el Estado de Bienestar” desvelaba, desde finales del siglo pasado, la realidad compleja que enfrentaban los países industrializados -subrayo- industrializados, que habían adoptado el esquema del Estado de Bienestar como marco operativo de la vida social y económica. Sus fuertes contradicciones y lo obsoleto de sus planteamientos teóricos han obligado a que el fenómeno como tal, no tenga perspectivas claras respecto de su funcionamiento contemporáneo, y se limite a la dinámica en la ese tipo de estado, exige cada vez mayor espacio; una ampliación invasiva y exhaustiva afectando las diferenciaciones funcionales que la sociedad desempeña con cierta distinción de lo que hace el estado.
No en balde Fernando Vallespín comentando la obra de Luhmann dice que: “el proceso de estatización de la política fue parejo al de la despolitización de la sociedad. El asentamiento del Estado Constitucional, logró asegurar una neutralidad jurídica frente a las discrepancias políticas. Así pudo el Estado conservar una cierta independencia, no ya solo respecto a la sociedad, sino frente a la política misma”.
Independencia simulada que en el caso de México no le dio para sobrevivir.
Sirvan las líneas de arriba para explicar a grandes rasgos lo que Luhmann va revelando con nitidez, incluso lo evasivo que resulta el Estado de Bienestar en aplicar la fuerza del estado, de la que dice: “teniendo en cuenta como la habitual discusión sobre el Estado de Bienestar ha perdido de vista la capacidad de imposición efectiva”.
El origen del estado de bienestar como espectro de un modelo político surge a partir de la finalización de la segunda guerra mundial, como un híbrido que pretende colocar a los países de modo equidistante entre el capitalismo y el marxismo. La llamada tercera opción en la que el estado para justificar su papel innecesario entre los factores reales de la economía, hace crecer sus tentáculos para actuar exaccionando al sistema. De plano se mete donde no está invitado. No tiene objeto que haga necesaria su intromisión y usa de la fuerza del estado, sus coacciones fiscales y potencialmente expropiatorias; para auto introducirse en detrimento de alguno de las partes o componentes de la negociación política.
Por eso su rechazo intrínseco a las instituciones que limitan la arbitrariedad del estado donde no debe meter sus narices. Y precisamente es en los países con estabilidad democrática donde las instituciones a partir de las plataformas constitucionales y como esencia de las mismas se han erigido instituciones que tienen como propósito central limitar el poder del estado y de los gobernantes; por eso los poderes autónomos que, por supuesto en México han sido solamente de opereta, deberían ser reformados para actuar con autoridad contra el denominador común de abuso de poder. Pero absurdamente los dizque defensores, tratan de ponderar su importancia pragmática como los intereses de los trabajadores y los profesionales, y cosas importantes pero secundarias, en vez de lo que es esencial: detener institucionalmente el poder tiránico de los gobernantes.
Pero el estado no hace solo esas maniobras concentradoras de poder, sino con el beneplácito de la masa; que como específicamente demostró Tenzer, es producto de lo que Vallespín anota un proceso de despolitización de la sociedad.
Es decir, los ciudadanos desaparecen como sujetos y con ellos la sociedad civil, ante la abrumadora ola de saturaciones del estado en las diferentes esferas de la sociedad, y se convierten en entes despolitizados porque el estado mismo ha avasallado a la política misma, nulificándola. Le estorba.
Paradójicamente el estado rumbo al Estado de Bienestar como prototipo de dominación social y política, abarca potencialmente todo. Es profundamente centralista y por ende, totalitario; es la peor pesadilla de Orwell; pero fantasmal, por vocación de ineficacia en el tercer mundo, además. Tampoco se apodera de la estructura y del andamiaje jurídico con propósitos de gobierno indispensable, en otras palabras, no busca ese tipo de estado en erigirse en un gobierno eficaz que ponga bajo la cintura de la legalidad a la maldad; porque en su ethos de origen es un anti ethos, su origen, niega la tendencia intrínseca del mal en el hombre.
Para el híbrido de la “tercera opción” prevalece su alma roja, y como Marx, fuerza a entender que el mal es únicamente producto de la influencia externa al hombre; no se puede erradicar porque es consecuencia de acciones originales de desigualdad, reza el catecismo de la masa.
El Estado de Bienestar es muy parecido al mundo soviético, pero light, promueve la relatividad de todo, del hombre y de la moral, pero no la subordinación sin ambages al estado; un nirvana de diversos sótanos donde no existe la luz de la libertad, es un software social sin convicciones. Se castiga el discernimiento y se condena a la disidencia.
Es supuestamente el nivel cercano al Alfa del Mundo Felíz de Aldous Huxley un territorio romántico donde los vestigios de la libertad, la familia, la religión, la política y tantas otras cosas desaparecen a cambio de una felicidad somática. Es el marxismo de tercera generación; recrea individuos domesticados y homologados; preparados para ser objeto de dominación de la barbarie como en Suecia y Noruega, donde los musulmanes están a punto de derrocar la estabilidad ramplona de la civilización europea y hacer añicos el Estado de Bienestar, tan elogiado por los obsesionados por la pobreza como único fin de la política.
Pero para establecer el Estado de Bienestar se necesita mucho más dinero en las arcas centrales, las centrales no las periferias; por eso el Estado de Bienestar camina paralelo de la democracia solo en la temporada electoral, para ratificar las cargas fiscales; porque la tecnocracia operativa es insustituible. No requiere de convalidación. Ese detalle chiquito le falta a los tercer mundistas, no tiene fuentes suficientes para solventar el control social, médico, educativo, sexual y electoral, el más relevante para ellos.
Tampoco tienen formada una tecnocracia con toda la pala, algo que intentaron muy a medias los tres presidentes de la Reserva: De la Madrid, Salinas y Zedillo. Aunque todo indica que con Claudia Sheibaum se va a intentar incorporar tecnócratas del Bienestar en el Gabinete; aunque no se les asegure su influencia al menos en la primera etapa. Obrador prescindió del Gabinete y solo tuvo incondicionales.
En lo que han avanzado los cuatroteístas, -teístas de cuatro dioses- es en nulificar aún más a los ciudadanos, porque desde hace rato, digamos desde Lázaro Cárdenas, los opositores también son del mismo sueño: “pensiones universales para todos” y todos, absolutamente todos, son de izquierda, dentro de la revolución, o dentro de la teología de la liberación, o de la izquierda de las peñas desde Los Calchaquis hasta Los Evos y Correas.
Entonces no avanzan remachando la tradición simuladora de la política en México; la encuesta inútil es solo para cubrir engaños internacionales, que los propios diplomáticos las recomiendan para manipular a sus respectivos pueblos; ésta, aquí, sale sobrando. Porque tienen todas las Cámaras para hacer lo que quieran, porque todos, hasta los de los partidos más tradicionales en el fondo son chairos. La única diferencia es que los del PRI y el PAN son chairos que cobran por serlo, por evento y por adela. Porque amigos, la neta, México es chairo.
Por eso no deben rasgarse las vestiduras los comentólogos y grillos encapuchados como si en verdad entendieran la nulificación de los jueces, que por cierto legislaban a favor del aborto y otras chairadas a modo; todos escriben o declaran como si en verdad fueran de oposición, cosa más falsa: no les queda, si son de izquierda y creen firmemente que hay que dar “bienestar para todos”, eso decía un compañero folclórico de la preparatoria, que se decía líder; él quería un bienestar para todos, en pocas palabras todos debían, al menos ser expositores de la Teoría del Estado de Bienestar, para abrevar en lo que desconocen. Y digerir un trago que los va a envenenar porque de ninguna forma Dinamarca se parece a México, absolutamente en nada.