Alejandro Rodríguez Cortés*.
Si bien la elección de 2024 en México fue claramente desigual e inequitativa a favor del poder en turno, los votos marcaron el rumbo de una continuidad que paradójicamente nos conduce a que esos sufragios cuenten cada vez menos, aunque se quiera dar la impresión de que no es así.
La muy clara voluntad de Andrés Manuel López Obrador, avalada hasta ahora por la ganadora Claudia Sheinbaum, nos conduce a un país donde el Ejecutivo no sólo ejecute el presupuesto y ejerza el monopolio de la fuerza pública, sino que pueda modifcar las leyes a su gusto y albedrío, a la par de organizar y validar por sí sólo elecciones, determinar lo que se publique o no en medios de comunicación y, para colmo, administrar e impartir la justicia.
Los 36 millones de sufragios a favor de la mala llamada Cuarta Transformación le dan al proyecto obradorista manga ancha para que el Congreso de la Unión se convierta en una ventanilla legislativa para procesar deseos tiránicos. El resultado electoral permite la destrucción del INE y de otros organismos que son contrapeso del inmenso poder presidencial a la hora de tomar decisiones de política pública en cualquier materia: competencia económica, comercio, telecomunicaciones, energía, derechos humanos y un largo etcétera.
Pero también el 2 de junio marcará un ominoso antes y después en materia de justicia, porque el ciertamente imperfecto Poder Judicial pasará también a formar parte de las dependencias que responderán simplemente a las órdenes de una autocracia transexenal. El gris panorama hace que ya no importe si dichas instrucciones provengan de Palacio Nacional o de Palenque.
¿Qué más da si el mando lo tendrá Andrés Manuel o Claudia si finalmente la República será conducida verticalmente con la adicional complicidad de gobernadores que -morenistas la mayoría de ellos- ya se pliegan ante la pareja cuasi imperial?
Para colmo, esa devastación del sistema de justicia también será consecuencia de los votos. Sí, los que -ya sabemos- eligirán jueces, magistrados y ministros de una justicia a modo disfrazada de gracia en favor del pueblo bueno, que ya está aplacado a punta de demagogia y billetazos.
Y antes de eso, un sabadazo: este fin de semana el Diario Oficial de la Federación publicó el réquiem por el Juicio de Amparo tal y como lo conocemos, úlitimo baluarte para defendernos del ejercicio del poder, así como el ominoso anuncio de que el presidente y su sucesora puedan decidir quién pueda dejar la cárcel y quién no.
Pobre México. Han usado la democracia para conducirnos a la más indigna autocracia.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz