Isaías Villa González.

La historia como proceso social se vive por ciclos. Uno ha terminado: el del PRD México. Que nuestros malquerientes festejen es lo de menos; trascendente será el veredicto de la historia, y ésta no evalúa en coyuntura ni por prejuicios, sino a mediano plazo, por aportes.

Yo me siento satisfecho por las contribuciones que con el PRD le dimos a México. Y soy consciente del pendiente por construir una fuerza de causas progresistas, que coadyuve a tener una alternativa para entusiasmar a la mayoría. Con respuestas a las profundas desigualdades sociales y a la violencia que azotan al país. Y que, por supuesto, se oponga a la deriva populista y autoritaria que ahora lo domina.

Soy orgulloso fundador del PRD, tras del Llamamiento que hicieran Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Gilberto Rincón Gallardo, Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Rosalbina Garavito. En respuesta al fraude electoral de Miguel De la Madrid y Manuel Bartlett, contra la candidatura presidencial del Ing. Cárdenas en 1988.

Algunos veníamos del esfuerzo de las izquierdas mexicanas por unirse y reformarse; rompiendo con viejos clichés del “socialismo real” (dictaduras burocráticas) que en la URSS y Europa Oriental sucumbían con el Muro de Berlín. Así llegamos a las causas de la democracia y la libertad, como sustento indispensable para el desarrollo y la equidad social.

Luchamos con éxito contra la hegemonía del partido de Estado que representó el PRI hasta 1997, cuando gracias a la reforma electoral que creo el IFE (ahora INE) se lograron los gobiernos divididos y luego la alternancia en el 2000. Es de reconocerse la apertura del PRI y el presidente Zedillo, así como la lucha histórica del PAN, y el impulso de la sociedad civil; pero sin duda fue la movilización social del PRD el principal factor democratizador.

Así fuimos configurando reglas e instituciones para hacer valer la soberanía popular. Y fortalecimos a la República, con los contrapesos debidos entre los Poderes y en la pluralidad de los Congresos. Ampliamos las áreas autónomas del Estado, para acotar los abusos de los Poderes: INE, CNDH, BANXICO, INAI, INEGI, COFECE, IFT, CRE, CONEVAL y hasta la FGR.

Durante sus 35 años el PRD vivió tensiones por lograr su institucionalidad. Primero aglutinados por el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas como factor determinante; y luego con el caudillismo de AMLO, a raíz de que fue Jefe de Gobierno en el 2000. Esfuerzos hubo por contar con reglas democráticas internas; pero la creación de corrientes fracasó cuando terminaron como grupos de interés. En Nueva Izquierda buscamos un perfil socialdemócrata, acompañados por reconocidas voces internacionales. Sin embargo, no pocas veces imperó el pragmatismo.

El desencuentro de AMLO con el PRD se gestó por diferencias políticas: 1) de desapego a las instituciones, p. ej. su empeño por ser “presidente legítimo”, tras perder en las polémicas elecciones de 2006; 2) y  de conservadurismo, p. ej. cuando la mayoría de Nueva Izquierda en la IV ALDF (2006-2009), tuvimos que rebasarlo para instituir la Interrupción Legal del Embarazo (ILE), las Sociedades en Convivencia y la Ley de Transparencia y Protección de Datos, entre otros logros progresistas que nunca ha compartido.

Los diferendos se agravaron cuando en su personalismo, AMLO impulsó a candidatos de otros partidos, contra los del sol azteca (2009). Y hubo ruptura cuando, pese a que convenció a Marcelo Ebrard que le dejara contender por la presidencia en 2012, habiendo perdido se negó a hacer valer el peso político alcanzado por el PRD.

He aquí una diferencia sustancial, entre AMLO y la posición mayoritaria del PRD: el papel de los partidos en un sistema democrático. ¿Es legítimo hacer acuerdos entre fuerzas distintas, cuando se busca un bien superior al de éstas? Por supuesto; y de eso hay ejemplos históricos mundiales: los Pactos de la Moncloa (España, 1977) y el acuerdo plural en Chile, que llevó a la salida del dictador Pinochet (1988).

El PRD fue al Pacto por México impulsando reformas para beneficio de las mayorías. Por ejemplo, evitar el IVA en alimentos y medicinas; lograr una gran reforma fiscal, que ha proporcionado vastos recursos al erario público, sustentando las políticas sociales del actual gobierno; democratizar el espacio radioeléctrico, haciendo barata y accesible a la telefonía móvil, y propiciando el surgimiento de un sinfín de proyectos de comunicación.

El PRD se separó del Pacto en 2014, cuando PRI y PAN emprendieron una reforma energética que no contempló nuestras propuestas. La extrema corrupción del peñanietismo impidió que las reformas logradas llevaran beneficios a los sectores más desfavorecidos. Y sin embargo, paradójicamente, AMLO perdonó a Peña Nieto y a varios de sus funcionarios y gobernadores corruptos, por facilitarle su triunfo en 2018.

AMLO llamó a formar Morena, obteniendo el registro en el marco de su inmovilidad frente a la reforma energética (2014). Hubo entonces gran sangría de miembros y grupos del PRD. La inmensa mayoría por intereses particulares. Pablo Gómez es ejemplo destacado: líder del 68 por las libertades democráticas en el 68, participó en el grupo dirigente del Pacto por México, y luego se convirtió en ferviente defensor del autoritarismo obradorista.

Al final: no emprendimos el cambio sustancial necesario, no solo de siglas, colores y agendas, sino en apertura real a la sociedad civil; y no pudimos presentar a la Coalición como alternativa de cambio hacia adelante, de cambio para mejorar.

Ello más allá de la narrativa interesada que encabezó de manera ilegal el presidente López Obrador, fustigando al PRIAN, mientras cooptaba a lo más corrupto de estas formaciones.  Y de su grosero operativo de Estado, que avasalló a la oposición con todos los recursos públicos, y sus muy probables acuerdos con el crimen.

Pese a todo, gracias PRD. Tu existencia me permitió contribuir en muchos sitios de nuestro país; desempeñar el oficio político en los territorios, con la gente, con sus luchas y aspiraciones. Tocando puertas, organizando ciudadanos, haciendo gestiones, llevando servicios, impulsando formación cívica y política. Me despido recordando a tres personajes del PRD y de la izquierda histórica, que impulsaron su reforma sustancial desde fines de los años 60´s del siglo pasado; y que lucharon por la transición democrática, siempre buscando la equidad social en México: Arnoldo Martínez Verdugo, Heberto Castillo y Gilberto Rincón Gallardo. En su ejemplo y memoria, la lucha sigue.

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