Rubén Cortés.
El fin del sistema competitivo de partidos es otro resultado del 2 de junio. Se debe insistir en “competitivo”, porque partidos habrá. Por ejemplo, el 28 de julio participarán 34 partidos en las elecciones en las que arrasará el dictador Maduro en Venezuela.
Este escenario, que vivirá México de partido hegemónico, sin instituciones autónomas ni división de poderes, y derechos ciudadanos limitados, es el epitafio al PAN como partido que abrió la era democrática en México, con su triunfo electoral en el 2000.
Tras su triunfo electoral, el PAN desdibujó su discurso de partido de derecha impulsor de la prosperidad conseguida por medio del trabajo remunerado, de propiedad privada, del orden social basado en el cumplimiento de la ley, y el respeto a las instituciones del Estado.
Su gran error fue matarse por agradar a la izquierda. Las propuestas de Anaya en 2018 fueron más populistas que las del candidato de Morena. Fue Anaya quien prometió meter preso a Peña, aunque Anaya es un político hecho absolutamente por el Pacto por México de Peña.
El PAN nunca acabó de exponer sus ideas de derecha sin complejos: libertad con orden, compasión, el mercado, la competencia, la eficiencia, la propiedad y el emprendimiento. Siempre se sintió avergonzado de decir que esto es mejor que lo que plantea la izquierda.
Sí, porque ¿qué propugna la izquierda? Al menos la de antes del 2000, el PRD que acabó integrado al Frente Opositor el 2 de junio pasado: libertad con igualdad, justicia, Estado, la colaboración, la participación, la solidaridad y la regulación.
Hay que insistir en “izquierda de antes del 2000”, porque la que ganó la presidencia en 2018 y 2024 es una agrupación radical, estructurada alrededor de un comisariato ideológico fundamentalista, dirigido de manera vitalicia por un cacique, aunque no detente un cargo constitucional.
Morena no es partido, es un movimiento extremista que, desde el poder, mantiene a los ciudadanos hasta que tenga dinero, sin exigencias productivas a cambio; y que restringe sus derechos civiles y políticos. Para cuando esté en quiebra, tendrá una policía política.
El PAN se consumió tratando de presentar propuestas aceptables para la izquierda, tal cual lo hizo la candidata del Frente Opositor en las pasadas elecciones, en la idea de que era la “izquierda” la que tenía que decidir si ella era buena candidata o no.
El entreguismo a la izquierda, fulminó al PAN: perdió su esencia de partido que propugnaba que la vida debe protegerse y respetarse desde la concepción hasta la muerte natural; y que el libre intercambio de bienes, mediante el dinero, es el mejor camino para avanzar en la vida.
Pero eso ya es historia.
Lo que viene ahora es otra cosa.
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