Jorge Miguel Ramírez Pérez.
El debate y la concentración del domingo dejan claras algunas cosas que revelan antes de que el voto se emita los acomodos definitorios del poder; y como en las infidelidades, será el pueblo, como el marido el último en enterarse. Y para tratar de develar los ingredientes del guiso hay que poner atención en las novedades que podrían parecer incongruencias.
Porque no puedo dejar de pensar que la política es la herramienta para dirimir conflictos por medio del diálogo y cuando existen acuerdos cambian las rutas unilaterales y la razón empieza a respirar un poco. Cuando los acuerdos no se ven, prevalecen únicamente las políticas del poder
Algunas negociaciones son explícitas porque así conviene, y otras diría, muchas más, si acaso se conocen de rebote; otras son discretas y las hay secretas, y se van hasta la tumba o hasta que el trabajo minucioso las plantea como hipótesis necesarias, pero, aunque sean evidentes los elementos conclusivos siempre existirá una duda suficientemente racional para no aceptarlas a rajatabla; no obstante, es una necedad no conducirse por las mejores evidencias, aunque sean incompletas. Y lo cierto es que hay negociaciones que levemente se ven por las sombras de sus resultados.
Nunca el hombre sabe el todo del asunto que sea.
Pero veamos los hechos, las marchas dominicales atraen gente numerosa y por su propio pie. Son expresiones válidas. Son semejantes desde la marcha contra la inseguridad cuando Obrador era jefe del gobierno de la Cdmex, muchas personas sin color y sin compromiso. Hoy tienen candidata. No baja su afluencia y sube, a veces un poco más. Son reforzadores de un espíritu cívico pero impermeable a lo verdaderamente político. Con todo fue un movimiento de triunfalismo, así llegó Xóchitl al debate, armada emocionalmente.
Xóchitl Gálvez expresó su peor pesadilla -saberse perdida de antemano- y acusó a Sheibaum de minimizar lo del 2 de junio como un simple trámite. Pero también ella se proclama en la cima, en eso son muy parecidas, aparte de que ellas y sus seguidores, se dicen de izquierda, solo cambios de tonalidades, pero el fin es limitar libertades y fortalecer el estatismo, incluso sin un Estado eficaz.
Xóchitl además tocó muchos temas como desde el primer debate, pero me parece que no alcanzó a cincelar uno relevante en el terreno de las propuestas como algo para recordarle a la audiencia indecisa. Quedó flotando en la atmósfera que es irreconciliable en intereses con su principal oponente. Se ancló una fuerte idea que no habría diálogo entre ellas dos después de junio.
Los lugares comunes abundaron y las féminas no quisieron ver hacia adelante. Lo de ellas, fue una serie de choques de reversas, usando el espejo retrovisor; una, ponderando los programas del calderonismo: lo de las guarderías y las medicinas; mientras que para la morenista no hay nada que hacer sino incrementar la vida paradisíaca de lo hecho -mejor dicho- de lo destruido por Obrador. Se pasaron buen tiempo remembrando picardías de sus respectivos grupos.
Visto desde esa óptica fue una noche de anti nostalgias, propias para un público amargoso interesado en el pasado, tanto por los que quieren más desquite por saberse robados, de la nada, del prianismo y por el otro lado, de los renegados del obradorismo que los fascinó, y que ahora, desesperadamente quieren lavar sus culpas por haber votado por un desquiciado en el 2018. Craso error, que no se borrará sino mediante un largo proceso.
Lamentablemente para las presidenciables el debate se centró en Obrador como ídolo vigente o como el burlador de entusiasmos. Nada sobre el proceso de reconstrucción democrática explicando la ausencia de gobierno y el destazamiento del estado mexicano mediante definiciones serias bien fundamentadas de parte de Gálvez; y tampoco de parte de Sheibaum, que no pudo comunicar un bosquejo de la fumada cuarta transformación y su segundo piso; todo un secreto, tan secreto que ni ella sabe de que se trata, porque lo único que sabe es que siga mandando Obrador y que todas las instituciones se vayan al caño, comenzando con la Constitución, o sea que México de una vez por todas se quede sin identidad.
En el cierre de los debates fueron incongruentes, la morenista, porque ratificó su fe capitalista totalmente en defensa de la propiedad, abandonando en vivo y a todo color su credo marxiano. ¿Le puso punto final o no, al amago del obradorismo en el segundo piso para abolir la propiedad?
De hecho, nadie ha sido tan categórica como Sheibaum en el tema. Con razón “se equivocó” al decir que Obrador llegó por ambición personal, la única verdad de a kilo. Porque si llega Sheibaum su peor pesadilla será su inventor. Pero Xóchitl sorprendió con la incongruente definición que hizo, de que México era una república pluricultural; cuando se suponía que el rollo mafufo de la constitución que abolía la propiedad y denominaba pluricultural a la república era un proyecto chairo.
Las dos mujeres mal aconsejadas parecía que buscaron afanosamente confundir al gran público lanzándose improperios y la Sheibaum enarboló una cartulina con los exgobernadores hampones egresados de los partidos de la Coalición, recordándole el equipo a la candidata ciudadana, arropada por la sinvergüenzada. El colmo fue que Claudia Sheibaum fue designada por Xóchitl, como “la heredera”, basándo gran parte de sus ataques en el último libro de Anabel Hernández, primando sus investigaciones cuando aparte hay mucho material del tema; y ella, la aludida, con frialdad, una vez aceptando con el silencio el señalamiento; aseveró que todo lo que había hecho Obrador en el gobierno de México, era de excelencia ¡Como para Riplay
Por supuesto nadie puede negar que hubo, digamos, un ganón involuntario: Jorge Máynez, porque les asestó golpes a las rijosas y no recibió ninguno. Inusitadamente al final a modo de chamaquearlas, las llamó a la cordura.
Máynez creció sin despeinarse, por supuesto habría recogido núcleos de los desilusionados de ambos bandos guerreristas. Mucho más preparado en los de temas de las ciencias del gobierno que sus competidoras, hizo planteamientos serios como su convicción antipresidencialista, proponiendo un modelo parlamentario, que en medio del fragor de las féminas el escenario se acomodaba sin esfuerzo, para hacer entender que es lo razonable, y yo coincido, de que es tiempo después del abuso de Obrador, para que se sepulte, el ansía caudillista que anima no solo a México, sino a la politiquería latinoamericana, a erigirse sea quien sea, en amo de los destinos sociales de los pueblos evidentemente ignorantes, y sumidos en las desventajas de los desequilibrios de poder tan propios de estos lares.
Pero lo que no entienden los apasionados de lo que pasa hoy, es que estamos en un pasadizo de espejos donde muy lejos de trabajar sobre definiciones, se trabaja solo enardeciendo los ánimos vengativos que excluyen la justicia. Porque no hay un estado, porque está fragmentado, estrictamente está cuestionada su existencia, porque no hay monopolio del orden. Tampoco gobierno porque no se castiga al que mal hace ni se premia al que bien hace. Y tampoco existe más la democracia porque quienes ostentan el poder no respetan los derechos constitucionales de los demás. Y hay un golpe de estado técnico porque dos poderes agreden permanentemente un tercero. Nadie estudia estas condiciones.
Por eso lo que suma Gálvez es una amenaza falsa, porque en principio ella y sus intelectuales no tiene la mínima posibilidad de entender que lo que quieren defender ya no existe. Existió y ni cuenta se dieron cuando dejó de existir.
Quieren usar medios en desuso. Lo que buscan los padrinos de X es un mejoramiento de sus condiciones privadas de negociación en un espectro político, digamos un país, infestado de un híbrido autoritario con rumbo al totalitarismo. Eso es y tampoco lo han estudiado a fondo, junto con el paquete de sus consecuencias, deben leer bien a Arendt; frívolamente lo intuyen, no lo tienen delineado y sopesado. Y un objetivo impreciso es más peligroso que lo que quiere atacar, porque la ruta electoral no se logró fallaron en su planteamiento, no hicieron lo necesario en tiempo y forma, y lo que queda es el rumbo lógico del poder seco, que se tiene que analizar concretamente, no potencialmente. Es una falacia creer que estamos en 2018 o 2021.
Y no es cosa de estadísticas porque en Irán, Nicaragua, o cualquier estado en camino del totalitarismo o en plenitud del mismo, como China sirven nada las opiniones.
El escenario es muy claro y lamentable, al votar en el 2018 por un dictador desde entonces, la clase media abdicó el poder del voto por 18 años, y no se han estructurado los elementos que pudieran impedirlo. Ahora lo que resta es tratar de recuperar el daño por etapas. La expectativa es una combinatoria de acciones para establecer una estrategia de mediano y largo plazo…. Y ello implica un brutal acercamiento a la realidad. Aguantar vara y ubicar pesos políticos reales. Aportaciones, no lastres de dirigentes que se creen hechos a mano.
¿O pregunto, qué tiene Obrador en términos de poder para que analices qué tienen los de la coalición?
Un ejército que domina totalmente, ejércitos privados del crimen, la mayoría de gobernadores, el dinero de la nación, el pago puntual masivo por el voto, las cámaras, los empresarios de alto perfil y la anuencia de la potencia… lamentablemente es un trámite que al perder la coalición puede desilusionar a los ilusos.
Son pocas las alternativas para sobrevivir. Una de ellas, era, una coalición grande, cediendo y cediendo, no lo hicieron y pasó el tiempo en intereses minúsculos. Y se van al berrinche, al intentar mover exigiendo subordinación, los resortes de otros, en los momentos inadecuados porque ya no existen las condiciones, que a propósito dejaron pasar.
Ojalá me equivoque.