Alejandro Rodríguez Cortés*.
Debo, antes que nada, manifestar mi absoluto desacuerdo con la irrupción de la fuerza pública ecuatoriana en la embajada de México en Quito.
Pero la condenable insensatez del presidente Noboa proviene de otro despropósito: el de Andrés Manuel López Obrador, que buscó pleito y vaya que lo encontró. Es execrable que haya minimizado públicamente un crimen de Estado luego del cual perdió el candidato que no le gustaba, por cierto, en los comicios de un país que goza de la misma soberanía que el propio mandatario mexicano tanto ha desgastado en su discurso nacionalista.
No es casualidad que el presidente busque una vez más distractores que desvíen la discusión pública sobre la tragedia mexicana de decenas de miles de muertos, de carencias de salud pública y de la verdad sobre una delicada situación económica doméstica, que ha sido encubierta con pandemia, superpeso y remesas.
Vaya que el habilidoso AMLO logra su propósito distractor, y más si ahora le agrega el ingrediente del patrioterismo en torno a un conflicto diplomático que hoy le viene, como él mismo dice sin pudor, “como anillo al dedo”. No hay forma de justificar el allanamiento de la casa mexicana en Ecuador, pero vale la pena recordar que nuestro gobierno ocultaba ahí a un sujeto procesado por la justicia de aquella nación.
También vale la pena recordar que el asesinado candidato Villavicencio, cuyo crimen banalizó López Obrador en una de sus mañaneras, se había referido a quienes probablemente lo mataron: miembros del crimen organizado, los mismos a quienes el jefe del Estado mexicano abraza y tanto procura.
El caso es que ahora estamos hablando de soberanía y no de rumbo futuro ni de cómo resolver nuestros problemas, y mucho menos de la presunta corrupción de la familia presidencial o de la candidata veracruzana Rocío Nahle.
López Obrador provocó a Ecuador, y cuando éste respondió hizo y hace lo que más le gusta y reditúa: victimizarse. Y apela a principios de civilidad internacional que han sido escandalosamente guardados en el cajón cuando había que usarlos también en contra de las atrocidades de sus amigos Rusia, Venezuela, Cuba o Nicaragua.
Hoy, la mal llamada Cuarta Transformación se entretiene jugando a defender la Patria que han destruído durante casi 6 años. Y yo les concedo la razón cuando apelan al cursi “un soldado en cada hijo te dio”. Pero también les digo que esos soldados portamos un arma más poderosa que cualquier fusil: nuestro voto, que en unas semanas expulsará del poder a quien cumplió la profecía del extraño enemigo que osó profanar nuestro suelo democrático e institucional.
Ese es el verdadero (y no extraño) enemigo: Andrés Manuel López Obrador.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz