En su mensaje de Domingo de Pascua, el Papa Francisco expresó su anhelo de paz y el fin de las guerras en todo el mundo, especialmente en Tierra Santa, Ucrania y Siria.
Destacó que la Iglesia “revive el asombro de las mujeres que fueron al sepulcro al amanecer del primer día de la semana”.
Tomando como referencia la piedra con la que se cerró el sepulcro de Jesús, Francisco remarcó que también hoy “hay rocas pesadas, demasiado pesadas, que cierran las esperanzas de la humanidad: la roca de la guerra, la roca de las crisis humanitarias, la roca de las violaciones de los derechos humanos, la roca del tráfico de personas, y otras más”.
El Papa Francisco pidió especialmente por las víctimas de Israel, Palestina y Ucrania, al tiempo que pidió que “Cristo resucitado abra un camino de paz para las martirizadas poblaciones de esas regiones”.
Asimismo, instó a que se respeten “los principios del derecho internacional” y exhortó “por un intercambio general de todos los prisioneros entre Rusia y Ucrania: ¡todos por todos!”.
Además, reiteró el llamamiento “para que se garantice la posibilidad del acceso de ayudas humanitarias a Gaza, exhortando nuevamente a la rápida liberación de los rehenes secuestrados el pasado 7 de octubre y a un inmediato alto el fuego en la Franja”.
“No permitamos que las hostilidades en curso continúen afectando gravemente a la población civil, ya de por sí extenuada, y principalmente a los niños. Cuánto sufrimiento vemos en sus ojos”, lamentó el Santo Padre.
Invitó a impedir “que los vientos de la guerra soplen cada vez más fuertes sobre Europa y sobre el Mediterráneo. Que no se ceda a la lógica de las armas y del rearme. La paz no se construye nunca con las armas, sino tendiendo la mano y abriendo el corazón”.
En este sentido, pidió no olvidarse de Siria y los conflictos en el Líbano, al tiempo que puso como ejemplo a la Región de los Balcanes Occidentales, “donde se están dando pasos significativos hacia la integración en el proyecto europeo”.
“Que las diferencias étnicas, culturales y confesionales no sean causa de división, sino fuente de riqueza para toda Europa y para el mundo entero”, instó el Pontífice.
También instó a que se favorezcan la conversaciones entre Armenia y Azerbaiyán “para que, con el apoyo de la Comunidad internacional, puedan proseguir el diálogo, ayudar a las personas desplazadas, respetar los lugares de culto de las diversas confesiones religiosas y llegar cuanto antes a un acuerdo de paz definitivo”.
En este sentido, pidió que Cristo Resucitado “dé consuelo a las víctimas de cualquier forma de terrorismo” y rezó por “los que han perdido la vida” e imploró el “arrepentimiento y la conversión de los autores de estos crímenes”.
A continuación, dirigió su atención a otras zonas de conflicto como Haití y Myanmar, “país golpeado desde hace años por conflictos internos, para que se abandone definitivamente toda lógica de violencia”.
En su llamado a la paz no faltó tampoco el continente africano, “especialmente las poblaciones exhaustas en Sudán y en toda la región del Sahel, en el Cuerno de África, en la región de Kivu en la República Democrática del Congo y en la provincia de Cabo Delgado en Mozambique, y ponga fin a la prolongada situación de sequía que afecta a amplias zonas y provoca carestía y hambre”.
“Que el Resucitado haga resplandecer su luz sobre los migrantes y sobre todos aquellos que están atravesando un período de dificultad económica, brindándoles consuelo y esperanza en los momentos de necesidad”, pidió el Santo Padre.