Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Es una tragedia y parece que históricamente ha sido así desde que México intentó ser independiente, los presidentes y sus camarillas se pasan de lanzas y empiezan de modo regular y acaban mal. Unos, como éste, inician mal con ambiciones desmedidas, encubiertas; y llevan al pozo cenagoso a un pueblo entero, sin inmutarse; porque, a decir verdad, siempre entre líneas, dijo que su interés era el agandalle completo del país.
Ya se les olvidó que antes de tomar posesión lo dijo muy claro que, haría cosas que iban a “consternar al mundo entero”. Obviamente no iba a descubrir el remedio al cáncer. Tenía que ser un desastre que trascendiera mundialmente lo que anunciaba; pero pocos leen, y menos aún analizan lo que se dice.
Algunos desde el principio lo denunciamos y no se nos tomó en cuenta, porque las palabras dichas de modo ambiguo, como esa del embrujo del “bienestar”, hacía que cada votante se imaginara su propio, personal y egoísta bienestar.
Y aunque hay un sistema protosocialista que funciona en los países escandinavos, que se le conoce como Sociedad de Bienestar o Estado Benefactor (Welfare State); se explica porque son pueblos que siempre ha padecido las inclemencias del clima y urgen de una organización comunitaria históricamente eficaz para su sobrevivencia y que en nada se parecen a nuestro México, siempre lleno de sol y de las mieses de la tierra. Es un modelo para resolver mediante la unidad de propósitos, mediante cargas fiscales relevantes, los temas de servicios, de educación y salud, con la eficiencia adecuada, que como lo he expresado, exige enormes presupuestos constantes que en forma de impuestos permanentes se cobran a todos los ciudadanos.
No es un arte de magia consultando a los muertos como los desquiciados piensan que se resuelven los graves problemas. Todo lo contrario. Y hay que decir de paso, que los tres países que encabezan ese sistema: Suecia, Noruega, y la admirada pero desconocida por sus porristas, Dinamarca; son también los tres países que normalmente encabezan las listas de honestidad en el ejercicio de los recursos públicos. ¡Igualito que aquí!
Me faltaría añadir que ese sistema se sustenta en ciudadanos, no en simples pobladores; en ciudadanos con una cultura de responsabilidades muy arraigada, por ahí se debería comenzar con el famoso bienestar: en construir un México de ciudadanos y no de indigentes.
Por supuesto que el sistema escandinavo al que nos referimos no es el paraíso en la tierra, es un modelo de muchísimas reglas y de disciplinas inculcadas. La prueba es que ya se les metieron los refugiados islamistas, que bajo la generosidad, se le han colado a Europa, para iniciar una invasión de gente que linda entre la barbarie y el fanatismo; y pronto en las próximas décadas si no los paran, el famoso Welfare State quedará en ruinas. El luteranismo que fue la base de la organización de los valores societarios de los nórdicos, fue lo primero que sucumbió.
Perdón, porque tuve que aclarar algo que se menciona con demasiada frecuencia, pero me parece que era necesario puntualizar en esta etapa de campañas que onda con lo del rollo del Bienestar.
Porque lo que quiero dejar claro es que los presidentes agarran un rollo y se clavan, ahora le denominan narrativa, para darle un maquillaje literario; pero es un rollo que no entienden bien, y creen que entienden; por eso cuando oyen algo, aunque sea viejo, como es nuevo para ellos; se dan cuerda destruyen lo que antes se hacía y le dan al traste a lo que pudiera perfectamente reformarse y mejorarse, y no destruirse; porque como dijo Shumpeter se destruye valor. Y digo yo, por entelequias que no tienen valor de reposición. Arrasaron con el Seguro Popular y es hora que no pueden, ni siquiera, reemplazar la mitad de lo que había; ni a nivel de idea, dije idea, no ocurrencias.
Porque la puntada es el método de los autócratas, a uno se le ocurría comprar sin ton ni son, empresas quebradas o rumbo de la quiebra, como Luis Echeverría y éste de ahora; le imita los pasos. No aprenden.
A otro, José López Portillo para recuperar la popularidad perdida, le aconsejaron comprar la banca y la llevó a la quiebra financiera; otro, Ernesto Zedillo, adquirió la deuda bancaria reproducida con el Fobaproa; y así por el estilo… les hace daño el poder, es excesivo. Casi todos pierden la razón a más tardar después del cuarto año. Los daños causados socaban su conciencia y persisten acompañados de los especialistas en adulación extrema.
Para el fatídico quinto año hasta los más fanatizados se dan cuenta, pero no quieren reconocer, que se equivocaron votando por un burdo que sacaron del basurero de la historia, para que sea su jefe. Una tragedia.
Sobran ejemplos de los de antes muy antes y de los recientes, muy recientes.
Pero no hay mal que dure cien años dice el dicho, aunque México lleva desde Miguel Hidalgo, arraigado el vicio del poder por el poder mismo, que en su rabia alimentó el resentimiento criminal como venganza de la expulsión de los jesuitas por los Borbones; al grado de la masacre de la Alhóndiga de Granaditas. Episodio señero de la vergüenza que se quería prolongar con una matanza similar, pero a lo grande, en la Ciudad de México, la más importante de todo el continente. Ignacio Allende en el Monte de las Cruces le impidió al “cura bribón”, la felonía tal como lo declaró.
Se les tiene que poner un freno a los autoritarismos disfrazados de transformadores o de seudo democratizadores.
Los sistemas presidencialistas funcionan bien bajo dos premisas: división plena de poderes federales; y respeto irrestricto del centro a la estructura del poder territorial, gobernadores, congresos y tribunales locales, así como municipios verdaderamente libres. ¿Eso existe en México?
No.
Aquí encumbran a los presidentes en una pirámide de mentiras. Concentran tanto poder que empobrecen al ciudadano; no lo respetan y lo endeudan; cada presidente le quita siempre mucho, porque no respetan nada, ni a su propia familia, que suelen ser una prolongación de la banda de forajidos con patente de corso. Se les olvidan las promesas porque nunca tuvieron sustento; han adquirido un mecanismo que los hace refractarios a la moral y a la conciencia.
En México, no hay poderes laterales o son subordinados o se les quita todo, comenzando con el presupuesto que los zombis, levanta dedos acatan, sin quitar una coma.
Vamos en junio a la elección y hay que entender que se deben acotar radicalmente los poderes extra constitucionales y aún los constitucionales de los presidentes. Deben reformarse para que el ser humano que vamos a elegir, no se convierta en un remedo de demiurgo, que se crea partero de los montes…