José Novoa*.

Se me hace increíble que un concepto tan abstracto, de hecho El Concepto por excelencia abstracto, pues implica la presunción apriorística de la existencia de un principio rector, omnisciente y omnipresente se mantenga firmemente anclado en lo que despóticamente defino cómo una biología que está apenas un grado arriba del ganado bovino.

Éste no puede más que quedarse ahí, en el terreno del pensamiento mágico, pues al romper las leyes de causalidad, temporalidad e individualidad, nos fuerza a echar mano de la creencia, que elevada a rango de obligación, complementa en una diada perversa el concepto de Dios.

Como consecuencia queda anulada la razón.

Ésta idea mágica de la existencia de un creador, dada la forma insistente en que ocupa la mente del creyente, equivale a una idea obsesiva, con sus tres componentes, a saber: poseé al pensamiento. Este concepto de posesión implica que queda poco espacio para pensar en otras cuestiones por su complejidad y carga.

Es egodistónica, es decir hace sufrir al yo con su pesada carga de culpas, penitencias y la necesidad de estar en continua búsqueda de la divinidad, convertida ya en providencia, anhelando favores en función de un ” buen comportamiento” y así evitar la condena eterna.

Quita energía. En el sentido de dinámica de recursos y equilibrios para la gran cantidad de tareas del diario vivir.

La labor intensa de dar sentido a algo tan complejo y a la vez irracional, deja agotado al yo.

Por otro lado la parte compulsiva (para hacer válida nuestra equivalencia al Trastorno Obsesivo Compulsivo), sería dada por la creencia que para hacerse legítima y por lo tanto válida debe hacerse tangible en la forma de continuos ritos repetidos incesantemente con precisión milimétrica.

Así, la idea de Dios es la obsesión, y el ritual su complemento factual compulsivo.

Al final deviene en no otra cosa que un cheque en blanco que graciosamente entregamos, anulando la yo diría no muy sobrada inteligencia de quien osa adentrarse en estos lares, y que sería a través de la fe. Impresentable pareja (creencia y fe) donde la creencia se viste de gala en función de ésta en constructos cada vez más y más complejos.

Si a eso agregamos rituales complicadísimos destinados a impresionar al creyente de que forma parte de algo inconmensurable y misterioso, el círculo perverso da un giro, que cómo el garrote vil ahoga y gradualmente asfixia hasta la muerte cualquier reducto que de raciocinio pudiera quedar.

Lo anterior lo asume bobamente el creyente sin darse cuenta de que es misterioso no por otra razón de que todo esto navega entre el sinsentido y lo absurdo.

 

*Médico psiquiatra

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