Carlos Arturo Baños Lemoine.
Con respecto al tema de las drogas, la sociedad mexicana está pagando muy caras su estulticia, su inmadurez y su incongruencia, porque México le tiene miedo a la libertad.
Por ello, todos los días vemos y padecemos espectáculos deleznables, como son: las acusaciones cruzadas entre personajes e institutos políticos en relación con sus supuestos vínculos con cárteles de las drogas; la ejecución de políticos, empresarios y ciudadanos comunes y corrientes por sus presuntos nexos con el narco; la vergonzosa mediación de eclasiásticos para conseguir treguas entre grupos delictivos rivales; la proliferación de laboratorios clandestinos para surtir el boyante mercado de las drogas sintéticas; los conflictos diplomáticos entre México, China y EEUU porque estos países quieren combatir las drogas sin saber con claridad qué responsabilidad le corresponde a cada uno; el aumento del trasiego de drogas en las propias narices de las autoridades; los desfiles, a plena luz del día, de los cárteles del narco en las localidades que dominan sin lugar a dudas; la ridícula publicación de artículos y libros sobre el narco con muchas afirmaciones escandalosas pero nulas o inexistentes pruebas; los “testigos de la DEA” que son creíbles a contentillo de cada ocasión y de cada personaje; etc.
Y entre tanto inútil barullo, la sociedad mexicana sigue sin tomar la única decisión posible y aceptable no para acabar con el problema de las drogas, sino para reducir sus aciagas consecuencias. Así es: debemos LEGALIZAR TODAS LAS DROGAS.
Pero ¿por qué no nos atrevemos a dar este paso? De nuevo: el miedo a la libertad, una libertad que, como diría Erich Fromm, nos obliga a asumirnos como individuos responsables, es decir, como individuos que toman decisiones y asumen cabalmente las consecuencias de dichas decisiones, sobre todo cuando tales consecuencias son negativas.
En México no queremos ser libres, ésa es la triste y sórdida verdad: preferimos que políticos y burócratas ineptos, babosos y mediocres decidan por nosotros. ¡Qué vergüenza ser un país así!
Tan fácil que sería que cada adulto tomara sus decisiones con respecto a las drogas y que ningún niño tuviera acceso a las mismas, aplicando severos castigos a quien proveyera de drogas a un niño. Tan fácil que sería que los consumidores decidieran la cantidad, la calidad y la regularidad de sus consumos, pagando ellos y sólo ellos el costo de sus decisiones.
Y por supuesto que no debemos engañarnos: muchos morirán o quedarán idiotas por consumir drogas de forma inmoderada; pero tales consecuencias serán responsabilidad sólo de esos muchos. Pero México sigue sin entender el enorme valor de las decisiones individuales, porque casi toda su población vive bajo el espíritu de las masas amorfas, acríticas, descerebradas, zombies e inerciales. México sigue viviendo con miedo a la libertad.
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