MC, el briago esquirol

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Como el “Niño Verde” con su partido dizque ecologista, Alberto Anaya con el PT, Hugo Eric Flores con el confesional Encuentro Social y aquella familia Riojas que hizo del Partido de la Sociedad Nacionalista su jugoso negocio particular, Dante Delgado tiene en Movimiento Ciudadano una franquicia propia que le da dinero y poder.

Desde que el partido naranja surgió con el nombre Convergencia, Dante lo ha puesto a disposición del mejor postor, asegurándose por supuesto de garantizar el mínimo de votación necesaria para mantener su registro y con ello las prerrogativas económicas y políticas. Su cliente favorito: adivinó usted, Andrés Manuel López Obrador.

Justo ahora que el viejo veracruzano quiere vender el cuento de que es una nueva opción -la tercera vía, han llegado a decir los embusteros naranjas- bien vale la pena recordar que no ha sido una sino varias las veces que fue comparsa electoral y hasta bisagra legislativa para que el actual presidente de la República lograra su ascenso político, ya sea de la mano del PRD o ahora de Morena.

Con una pegajosa publicidad y triunfos sin duda importantes en Jalisco y Nuevo León, Movimiento Ciudadano nos engaña con la verdad: se separa de su aliado, pero se lanza solitario no por ser oposición, sino por hacer el trabajo sucio de restarle votos a una molesta candidata opositora que ganaría en un escenario de competencia electoral cerrada, en donde la diferencia podrían ser algunos pocos sufragios desviados a una falsa alternativa que se sabe perdedora pero negocia su sobrevivencia.

Paradójico y terrible: el 3 por ciento de la votación que Dante necesita para mantener su negocio personal puede ser la diferencia para que una alicaída Claudia Sheinbaum haga buenos los pronósticos de su triunfo en junio de 2024. Si capta más que eso, ganga.

Planteado el objetivo, a MC le bastaba un gobernador joven, mamón y pendenciero, con una esposa guapa y popular, pero a quienes la soberbia y la ambición los desbarrancaron. No le quedó otra que un candidato también joven aunque desconocido, quien ahora busca al electorado menor de 30 años y les dice: “soy igual de fiestero, desmadroso y pedo que ustedes”. Vaya fórmula.

Pero el asunto no es que los jóvenes Samuel, Mariana y Jorge juren que acabarán con la vieja política y le encuentren lugar a la falsamente espontánea frivolidad. Tampoco que el diluviano Dante se ponga unos tenis fosfo y con ello deje de ser dinosaurio. No, el problema sigue siendo su lamentable papel de esquiroles para dividir el voto.  No vaya a ser que sea verdad que Claudia no levanta y que Xóchitl por fin empieza a crecer.

No es la primera vez que la estrategia sea dividir y así vencer.  Todo se vale en política.  Lo importante es no caer en el engaño de lo que se vende como novedoso e innovador.  Debemos insistir en que sólo hay dos opciones a la hora de sufragar: continuidad en la destrucción institucional y el camino a la autocracia, o la oportunidad de sanarnos, reconstruir, arreglar el desorden y salvar a nuestra joven democracia.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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