No hay castrochavismo sin cambiar Constitución

Rubén Cortés.

Al igual que Chávez a Maduro en Venezuela, el presidente dejó ayer oficialmente la hoja de ruta a quien cree que lo sucederá y cumpla el manual castrochavista: cambiar la Constitución, capturar la Corte y eliminar los organismos autónomos. Crear sus propias instituciones.

Lo enseña el régimen desde primaria en Cuba, país al que el presidente quiere que la ONU designe Monumento de la Humanidad: “No se puede hacer una revolución por las buenas: o se hace por las malas, o no se hace”. Es la orden del presidente a su candidata: completa tú la tarea.

La Corte en Venezuela y en Nicaragua ordenó en las recientes elecciones que Maduro y Ortega compitieran sin candidatos de oposición, a los cuales la Corte inhabilitó por órdenes de Maduro y Ortega. Ortega, además, los encarceló.

Por eso deja el encargo a Sheinbaum de que, en junio de 2025, sea por votación de acarreados la elección de los ministros de la Corte, magistrados y jueces, que son quienes inhabilitan a los candidatos contrarios, como Maduro hizo la semana pasada con María Corina.

El presidente deja esa tarea a quien cree que lo sucederá, porque no quiso asustar tan rápido al establishment de Washington, con la creación de un Estado castrochavista en la frontera. Pero ya convenció a Estados Unidos de que con ellos nada cambiará: que el cambio es local.

Y Estados Unidos tiene intereses: mientras no se los toquen, le importa un cacahuate lo que suceda en sus narices. De cara a Estados Unidos, el presidente llevó su transformación como lobo con piel de oveja. Ayer lo dijo:

“Somos el primer socio comercial de Estados Unidos, tenemos récord en utilidades para los bancos, récord en crecimiento de la bolsa… Es lo que le interesa a Estados Unidos. ¿Ustedes creen que Estados Unidos va a hacer caso a los periodistas que critican mi gobierno?”

Así que el castrochavismo mexicano hará lo mismo que el de Venezuela, que es una especie de espíritu santo del populismo latinoamericano. Chávez modificó la Constitución para ser reelegido y crear una nueva organización administrativa del país.

De todos modos, ya México vive en el populismo puro y duro, al Igualar a millones de mexicanos en la pobreza, haciéndolos depender sólo del dinero que le regala el gobierno, a través de lo que denomina “programas sociales”, que reciben 11 mil pesos por familia.

En el papel, el presidente redujo la pobreza. Pero es una trampa: las familias sí tienen más dinero, pues reciben 11 mil pesos mensuales en becas, pero viven peor: antes había 36 millones sin acceso a salud y educación, y hoy hay 50 millones.

México está atrapado.

Y la próxima elección es la única salida.

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