Alejandro Rodríguez Cortés*.
Basta una simple y rápida revisión de algunas cifras que entrega el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador para documentar su monumental fracaso, pero también su descarada e impudorosa manía de seguirle mintiendo al pueblo de México.
La economía mexicana crecerá, si bien nos va, un poco más de 1 por ciento anual, cuando la promesa presidencial había sido de seis veces más. ¿Que no contrataría nueva deuda pública? Ahí están los números: cuando llegó la 4T cada mexicano debía 84 mil pesos y hoy debe 127 mil. Los dos millones y medio de barriles diarios de petróleo que se producirían al supuestamente rescatar Pemex, quedaron en millón y medio, y eso considerando los que a pesar de todo siguen produciendo empresas privadas. Primero los pobres, sí ajá, pero hay 400 mil mexicanos más en situación de pobreza extrema. ¿Habían escuchado que la inflación acumulada es de casi 30 por ciento?
En cuanto a la seguridad pública, primerísima responsabilidad de Estado y gobierno, nuestro país está a merced del crimen organizado, y la mal llamada Cuarta Transformación pasará a la historia como el periodo con el mayor número de asesinatos en un gobierno sexenal: llegará a 200 mil, cuando el supremo líder prometió erradicar la violencia casi de un plumazo, y hoy sigue culpando de ello a un antecesor que dejó el poder hace 11 años y medio.
La salud pública es un desastre y aporta su cuota de muertos: 750 mil fallecimientos por una pandemia mal gestionada y sus efectos colaterales. El sistema de educación pública registra un millón y medio de estudiantes menos en su matrícula, pese al incremento poblacional del último lustro.
¿Y la gobernanza? ¿Dónde queda la política? López Obrador deja un país que se dirige al añejo sistema de partido único, sin contrapesos constitucionales, con legisladores abyectos a la voluntad presidencial y con la espada de Damocles sobre el Poder Judicial y las autoridades electorales. Autocracia pura.
Ahí están los números, los reportes y los análisis. Ni siquiera pueden ser ocultos tras la propaganda oficialista, que nos quiere vender un país próspero y en paz, con grandes obras de relumbrón que también balconean la estafa: una refinería que costó el doble de lo presupuestado y que no refina un solo litro de gasolina; un aeropuerto internacional que tiene menos vuelos que uno regional; una línea aérea que subsidia vuelos comerciales con un solo pasajero; una megafarmacia que surtió 4 recetas diarias en sus primeras semanas de dizque operación; un ferrocarril que funciona una semana sí y otra no, con viejos convoyes sesenteros reconstruidos, lentos y contaminantes.
Pero lo mejor de todo, al cierre del primer mes de 2024, son dos joyas: primero, nuestro brillante mandatario dice que pospondrá la inauguración completa del mismo Tren Maya hasta después de medio año porque según esto respetará las mismas leyes electorales que ha violado diariamente desde que asumió el poder. E inmediatamente después, presume que ya está lista la vacuna Patria. ¡3 años después! Vaya embustes.
Ya no hay margen para creerle, ni siquiera ayudarán los 850 mil millones de pesos que repartirá este año para ganar voluntades electorales. La realidad se impone y no se compra. Así que a votar el 2 de junio.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz