Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Anda circulando por las redes una versión atribuida a una facción de Morena de un libelo aberrante que pretende ser una propuesta de constitución para reemplazar a nuestra Constitución vigente. La especie muchos la consideran espuria, piensan que semejante adefesio no puede ser posible en México, y se preguntan: ¿quiénes la firman? o ¿quiénes la promueven? y surge por ahí, un membrete prácticamente desconocido y nombres de personajes de mente errática que hasta ficticios pudieran ser, que se afirma son del partido en el poder, encargados de difundir el recetario de nuevas disposiciones para cambiar constitucionalmente al país y transformarlo mediante una cubanización que lo ponga en ruinas con esclavos amaestrados en un principio, que en lo que despiertan del letargo, como en la isla caribeña, urgen huir a donde sea, incluso a la muerte en barcazas inseguras, menos en seguir esa forma insoportable de vida.
Para aclarar las imprecisiones de la especie en comento, quiero rescatar por una parte ideas estudiadas de fenómenos que se amoldan a la posibilidad de la implantación de esa ocurrencia u otras semejantes; y también dejar la evidencia de los intereses explícitos de los voceros conspicuos de ese movimiento destructor que se hace llamar como cuarta transformación.
La experta en totalitarismo Hanna Arendt destacaba como características de un sistema totalitario, -para aquéllos que dicen que el obradorismo solo es un sistema autoritario sin consultar las premisas de Arendt- quiero destacar solo dos elementos que revelan el germen totalitario del régimen del sujeto hablantín palaciego.
En primer lugar el evidente terrorismo que ejerce el gobierno dejando al crimen organizado poner las reglas del espacio público incluso el electoral; aunado a la pasividad instituida a las fuerzas armadas, éstas completan el terrorismo de estado en tanto omiten su mandato y se apoderan de la administración pública flagrantemente, para que nadie ose cuestionar los manejos oscuros de su empoderamiento.
Por otra parte, el totalitarismo no despoja a los países que domina de la estructura legal. No, lo que hace es sustituirla por un andamiaje jurídico entrópico donde conculca los derechos y hace legal, las arbitrariedades. Lo explico, un autoritarismo simple, desplaza las leyes por mandatos pragmáticos que no respetan el estado de derecho precedente, pero no borran las leyes, declaran un estado de excepción o una suspensión decretada o de facto que simplemente desconoce las garantías en lo que más puede; pero no estructura una legalidad que le permita al régimen autoritario, hacer lo que quiere en reemplazo de un régimen de libertades.
Es decir, por el contrario los totalitarios se enfocan en crear estructuras que permitan hacer legal y obligatoria la observación precisa de lo que significan sus intereses, eso hace el comunismo o el fascismo.
Arman un sistema de reemplazo legal paulatino hasta hacerlo total, que le permita al gobierno tener legalmente con esas reglas que solo a ellos les favorece, un sistema brutal donde no cabe la sociedad, ni los individuos sino la masa sometida.
Eso hace el mando totalitario, desde que llegaron los obradoristas, quieren tener en principio todo el poder del estado, no quieren contrapesos, pretenden derrumbar legalmente al poder judicial, y los poderes de los órganos autónomos; tampoco quieren garantizar la propiedad: expropian a los que quieren despojar, de entrada, fueron el fideicomiso del Aeropuerto de Texcoco, y la cervecería en Mexicali, ambos mediante una parodia de consulta.
Centralizan el poder y hacen inviable la concurrencia de los estados en su propio desarrollo, les restan recursos y suspenden los fondos de gastos federalizados, para que solo el palacio decida los aportes de acuerdo con criterios de sometimiento de los gobernadores, trasformados en sátrapas de la antigua Persia.
Por eso la imposición del comunismo es un objetivo sustantivo del régimen obradorista. De sobra es conocida la arenga del subsecretario de Educación, Luciano Concheiro Bórquez ex cuñado de Pablo Gómez y hermano de Elvira Concheiro, Tesorera de la Federación; manifestando el objetivo de implantar el comunismo en México.
Muchos comunistas hasta los que fueron terroristas de la ETA en el País Vasco, del corte terrorista son del soviet supremo de Obrador y consejeros de el infame régimen asesino, hambreador y represor de Cuba, también forman el conciliábulo del tabasqueño. Es innegable que quieren la destrucción del Estado Mexicano, porque en la práctica ya tienen la experiencia de destruir países.
Además si no fuera suficiente, es evidente que la señora Sheibaum, que por lógica debe su presencia familiar en México, al hecho de ser hija de ciudadanos soviéticos, de Lituania y de Bulgaria, país este último favorecido por los servicios de espionaje de la URSS e identificado como fuente de agentes confiables del régimen totalitario moscovita. En todos los actos la egresada de la Facultad de Ciencias, que no científica como le apodan, porque para llamarla así debió aportar conocimientos científicos acreditados; clama por una nueva constitución, desconociendo que la promulgada en 1917, nos costó más de un millón de vidas de nuestros abuelos mexicanos, no lituanos ni búlgaros, como para derogarla en pedazos al antojo de imponer el viejo comunismo de siempre.
Pero el problema no son ellos ni su pasión por el dominio de la tiranía totalitaria, es su vocación y su alma rabiosa esencialmente inmersa en codicias ajenas.
El problema es que los mexicanos siempre campechanos y valegorristas, no creen que apenas asoma lo peor. No se imaginan que anda el proyectito de constitución, a modo de sondeo, para ver como cae el golpe entre la gente. Es lo que se dice en grilla: un “cáliz”, están calando a la raza, a la que piensa algo y a la que no lee ni un renglón.
La razón básica es por una parte que no hemos experimentado en carne propia un comunismo pleno solo sus prolegómenos; y por otro lado, el papel influyente de los promotores de esa forma decadente de la vida colectiva, están desde hace décadas incrustados en las áreas educativas, donde fueron arrumbados en esos espacios; con el fin de sembrar el germen de la destrucción en las nuevas generaciones, pensando que al concentrarse en destruir lo que se tiene, en automático se recrearían formas superiores de vida, fantasías que cada iluso se hace en su cabeza, distanciándose de la realidad. Tienen fe en el azar, hay que darle en la torre a los hay del país a ver que sale. Una tómbola de burradas.
Finalmente dentro de esos espejismos que devienen en pesadillas subyace un deseo ardiente de los creyentes en el comunismo y sus variantes, una de ellas la progresista, que le conserva a la élite de intelectuales de la diletancia y sus cuates de los negocios, privilegios aparte; pero siempre compartiendo la idea coincidente de darle rienda suelta al resentimiento como forma de vida, al odio con los que cada izquierdista se compara.
Por eso los que así intentan imponer sus visiones extralógicas a los demás, enferman y alucinan percibiendo que hay conspiraciones por todos lados, y que se trata de parte de sus críticos, de interrumpir los sueños de grandeza que se proponen. Es una enfermedad.
El marxismo de donde surgen las imposiciones de los protocomunistas, es un alegato para romper lo instituido sustentándose en la envidia y el rencor de la gente que se obsesiona por desear bienes que no posee. Reduce el análisis de la sociedad a la simpleza, achicando las variables, solo a destacar esas diferencias económicas concluyendo por condenar a los que considera ricos, lo sean o no, con tal que lo parezcan, proponiendo como doctrina ortodoxa su desaparición; le dicen la destrucción de la burguesía. Quieren ejecutados y fuera de esta tierra a los que no acepten esa forma de vida uniforme, lo dicen: un par de zapatos, para que más…