Alejandro Rodríguez Cortés*.
Andrés Manuel López Obrador sabe bien que no tiene ni tendrá la mayoría legislativa necesaria para modificar la Constitución. Si anuncia que en unos días presentará iniciativas de reformas al Poder Judicial, al sistema de pensiones y a la Ley Electoral, no lo hace porque busque sacarlas adelante, sino para usarlas como temas de campaña de cara a la elección presidencial de junio de 2024.
Así, en los próximos meses escucharemos una y otra vez, desde la mañanera, en el propio Congreso o en las cantaletas repetidoras de candidatos y propagandistas de la mal llamada Cuarta Transformación, que este gobierno no quiere irse sin que los trabajadores logren mejores pensiones al jubilarse, los mexicanos elijamos con voto popular a jueces, magistrados y ministros, y se mejore el sistema electoral so pretexto de cortar gastos innecesarios.
Pero la realidad es que el mismo AMLO ya impulsó y negoció con el odiado sector privado una reforma pensionaria que mejora sustancialmente las condiciones de retiro laboral. La verdad pura y llana es que lo que quiere en el Poder Judicial son títeres con quienes pueda controlar la impartición de justicia. Lo cierto es que el triste destino del INE sería convertirse una comisión de elecciones al mando de la Secretaría de Gobernación y, por lo tanto, del poder en turno, ese que se busca desesperadamente conservar.
Algo vio el presidente de la República en el tablero político electoral que echa mano de todo el arsenal a su alcance y adelanta el envío de estas reformas ominosas. Podrá decir sin rubor que si no se aprobaron fue por la perversión y mala voluntad de sus opositores, justo unos días antes de las elecciones. Y también pedirá, violando de nuevo la ley, el voto ciudadano para que una nueva mayoría surgida de los comicios apruebe sus disparates engañabobos.
López Obrador necesita además llenar la agenda nacional de temas que aplaquen el escándalo de la corrupción en su entorno familiar y político, porque sabe que los datos seguirán saliendo a la luz pública. Le urge hacer olvidar la pena de los 170 mil asesinados y engañar nuevamente con falsas promesas a un pueblo que no tiene idea de los grandes pasivos que deja la 4T con costosísimas obras que habrán de pagarse sin dar a cambio rentabilidad alguna, ni siquiera social: la pobreza no se ha paliado y el crecimiento simplemente será el menor en 35 años.
La campaña oficial operada desde Palacio Nacional contradice la supuesta ventaja irremontable de su candidata y echa toda la carne al asador para asegurar su triunfo, así como una mayoría -esa sí imposible, creo yo- en las cámaras de diputados y senadores, sin la que cualquier continuidad prometida o “segundo piso” pueda lograr algo.
Lo que extenderá AMLO el próximo 5 de febrero es un velo para ocultar el gran fracaso sexenal. Para no dar cuenta de un gobierno fallido que ahora pide una prórroga y asegura que, ahora sí, cumplirá.
Pero no hay manera: las cartas de la necia realidad están echadas. Y todo queda en manos de los ciudadanos, y de sus votos.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz