Carlos Arturo Baños Lemoine.
Tremendo error cometió, a finales del 2023, Jorge Bergoglio (alias “Papa Francisco”) al publicar su Declaración Fiducia supplicans, la cual permite, a juicio del Papa, la bendición de parejas homosexuales “bajo ciertas condiciones”. Ante esto, no han sido pocas las reacciones contrarias que se han generado dentro de la propia Iglesia Católica e, incluso, varios obispos y sacerdotes han expresado su abierto rechazo a dichas bendiciones.
Y todos recuerdan que, desde el principio de su pontificado, el Papa Francisco mostró su sometimiento al lobby gay. El mismo año en el que comenzó su pontificado (2013), el Papa se aventó su babosada de “Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”, queriendo mostrarse muy “progre”, muy “buen ondita”.
Desafortunadamente, al Papa, como máximo líder de la Iglesia Católica, se le olvidó que, como Papa, él está obligado a defender un dogma, una moral y una liturgia. Y ha sido tal su vergonzoso gazapo que, desde nuestro anticlericalismo, nos vemos obligados a recordarle lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica con respecto a la homosexualidad:
2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.
Más claro ni el agua, mis amigos; así que le convendría al Papa Francisco releer el Catecismo de su propia organización religiosa.
¡Qué lástima que la Iglesia Católica tenga tan malos líderes, como el Papa Francisco!
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