Por. Miguel Ángel Sánchez de Armas
Comienza el 2024 con la misma esperanza con que los mexicanos recibimos cada año nuevo y cada flamante sexenio: las cosas cambiarán, serán mejores, no tendremos deudas, bajaremos de peso, dejaremos de fumar, los ineptos desaparecerán del escenario y la violencia criminal será combatida y contenida.
El año que queda atrás trajo cambios que no acabamos de contabilizar y que tardaremos en asimilar. También dejó ausencias y vacíos. Queridos amigos apresurados al más allá, algunos por la plaga que no acabamos de entender o por la plaga de los años, que sí entendemos pero no mucho.
¿Alguien me podría decir por qué apenas comienza y ya estamos contando los días para el final del año? En el momento en que escribo faltan 357 días, u ocho mil 547 horas, o 514 mil 498 minutos, o 30 millones 869 mil 884 segundos para que doblen las campanas por el 2023 y entonemos las fanfarrias por el 2024. ¿A quién diablos le importa eso?
La celebración del Año Nuevo ni siquiera es occidental y tampoco ha sido siempre el primer minuto del primero de enero. Fueron los antiguos babilonios los que iniciaron el rito hace unos cuatro mil años para conmemorar el nacimiento de la vida con la primera luna nueva del Equinoccio Vernal.
Esta tradición fue heredada por los romanos, pero los emperadores le metían tanta mano al almanaque que pronto se desfasó del paso del sol. Julio César, en el 46 a.C., publicó su Calendario Juliano y volvió el comienzo al primero de enero, aunque para compensar por los caprichos de sus antecesores tuvo que fijar al año anterior con 445 días.
Durante los primeros siglos de nuestra era la Iglesia estampó la fiesta como rito pagano y la prohibió hasta entrada la Edad Media. Cuando llegó Cortés a México, el calendario azteca acababa de ser reformado para ser de 365 días e intercalar un año bisiesto. El año empezaba el día 1 de Atlacalmaco, que coincidía con nuestro 1 de marzo.
El Año Nuevo Lunar es la más importante festividad para los chinos. La tradición dice que durante el último día del año, Nian, una feroz bestia, desciende a la tierra a devorar a los hombres. Sólo la alejan el color rojo, el ruido de cohetes y la luz de los fuegos artificiales, así que en las ciudades chinas esa noche todo mundo pega adornos rojos en las puertas, prende antorchas y echa palomas y buscapiés. Además dan a cada año el nombre de un animal. 2024 es el Año del dragón.
Las personas nacidas bajo este signo, sean de ojos redondos o rasgados, de piel amarilla, negra, blanca o café, serán bendecidas con la fortuna, la transformación y buena energía. Son, de acuerdo a la tipología de los hijos de Mao, emprendedoras, hábiles en los negocios, amigueros y crecidos ante los desafíos.
En el Japón el shogatsu es la celebración más importante del año y dura del 1 al 3 de enero. Los hijos del Sol Naciente creen que cada año es un nuevo comienzo, así que se apuran a cumplir con todos los deberes antes de que termine y celebran el bonekai o “fiesta del olvido”, para despedir los problemas y preocupaciones del año anterior. Por la noche tienen la tradición de echar a volar las campanas de los santuarios.
Los pueblos tienen diversas celebraciones para recibir el nuevo ciclo, aunque algo generalizado es la costumbre de dar regalos, vestir ropa especial, adornar las casas, celebrar fiestas y ofrecer propósitos.
Así pues, el inicio de un nuevo año, en todo el mundo, tiene un significado especial, aunque las fechas y las cuentas no coincidan.
Para el pueblo judío su año nuevo, Rosh Hashaná, es el 3 de octubre y están en el 5 mil 784 de su era. Los chinos van en el año 4 mil 722, los musulmanes en el mil 445… los seguidores del amado líder Kim Il Sung celebrarán con cánticos en la gran plaza de Pionyang su año 111, pues ese pueblo vio la luz en el año del nacimiento del llorado patriarca.
Por lo que a este escribidor respecta, vive por fortuna al amparo del buey, signo que corresponde a personas tercas que se aferran a sus propios caminos, y que, además de los atributos antes descritos, son honestas y prudentes por naturaleza, patriotas, idealistas y muy trabajadoras. ¡Vaya!
Así que, ¡Feliz año a mis queridos lectores! Con honda gratitud les saludo y elevo mis oraciones al Olimpo de los escribidores para que en el 2024 también sigan este Juego de ojos.
(Cada año desde el nacimiento de JdO repito este texto con algunas adecuaciones, pues en fechas como esta, aunque las gallinas no pongan, los autonombrados columnistas debemos cumplir con la pesada tarea de orientar a la República … Catón dixit.)