Por. Miguel Ángel Sánchez de Armas
El 11 de junio pasado des-celebré, a la manera de Alicia en el país de las maravillas, los 100 años de Henry con una columna titulada “Unhappy Birthday, Herr Professor!” que me trajo críticas y algunas expresiones de conmiseración de mis amigos intelectuales.
Pero no me retracto de mis opiniones. Como le dije a uno de sus admiradores, ninguna reseña de su (innegable) inteligencia podría deslavar lo genocida a ese rufián que cargó a cuestas el fardo de la “estrategia del dominó” que masacró a centenares de jóvenes en el sudeste asiático y portó las medallas de una variopinta colección de golpes de Estado y subversiones que empaparon de sangre y desgracia a pueblos enteros en los cuatro continentes.
Creo que su verdadero carácter quedó expuesto cuando como sastrecillo francés se excusó de presentarse en Estocolmo para recibir la mitad del Nobel de la Paz –desde entonces renombrado “de la guerra”– por temor a que le faltaran al respeto. Su co-recipiendario, el norvietnamita Le Duc Tho, sí tuvo la decencia de declinar la presea.
Preciso que el que yo juzgue rufián a Herr Professor no me impide reconocer que pocos como él tan expertos en geopolítica y con semejante dominio de las relaciones internacionales, ni siquiera en el cuerpo diplomático mexicano hoy abandonado por Marcelo.
Sí, la trayectoria académica de Herr Professor Doctor Kissinger fue deslumbrante. Pero hoy su injerencia en la política de Estados Unidos está siendo revisada. Ben Rhodes, ex consejero de seguridad nacional adjunto, publicó hace unos días en The New York Times un artículo titulado “Henry Kissinger, el hipócrita“ que refleja el sentimiento de otros que han puesto distancia con las doctrinas del Professor. Entre otros juicios expresa:
“Ayudó a extender la guerra en Vietnam y expandirla a Camboya y Laos, donde Estados Unidos lanzó más bombas que las que arrojó sobre Alemania y Japón en la Segunda Guerra Mundial. Ese bombardeo –a menudo masacrando indiscriminadamente a civiles– no hizo nada para mejorar las condiciones en las que terminó la guerra de Vietnam; en todo caso, simplemente indicó hasta dónde llegaría Estados Unidos para expresar su descontento por perder.“
Ahora voy a incurrir en uno de los pecados capitales del periodismo y me voy a citar a mi mismo in extenso.
En opinión del diario inglés The Guardian, la “sórdida” diplomacia de Herr Professor en África alimentó la guerra en Angola y prolongó el brutal régimen del apartheid incrustado en Pretoria por supremacistas blancos que hablaban afrikáans y no alemán, pero que eran igual de miserables que sus contrapartes en Berlín.
[…] fue entrevistado por The Economist y aunque algo tieso y necesitado de un bastón, demostró que tiene la lucidez mental de los 30 años y no ha perdido la cachaza de profeta bíblico. Sin mella en su legendaria arrogancia explicó al mundo, a través de las páginas de la prestigiada revista, “cómo evitar la tercera guerra mundial”. ¡El burro hablando de orejas! Sólo le faltó decir: “¡Qué se escuche bien en Washington, en Moscú, en Kiev y en Pekín!”
[…] La Jornada saludó el cumple de Herr Professor con la cabeza: “Kissinger, el gran promotor de guerras y golpes de Estado”. Además recuperó una de sus célebres citas, ésta de 1970 cuando en la Casa Blanca encabezaba un llamado “Comité 40”, sólida muralla que tenía a la civilización occidental y cristiana a salvo de la marea roja: “No veo por qué tenemos que quedarnos cruzados de brazos y ver cómo un país se vuelve comunista debido a la irresponsabilidad de su pueblo.”
Tres años después Herr Professor acreditó que sus brazos no conocieron el ocio y dio la vuelta de tuerca al golpe de Estado que culminó con el asesinato del presidente Salvador Allende y el comienzo del régimen genocida de Pinochet.
“El cobijo y promoción que dio a la guerra sucia a lo largo y ancho de América Latina dejó miles de muertos”, recordó la BBC en el aniversario.
[…] para Kissinger, enviar al matadero a los rojos es timbre de orgullo. De sus heroicas hazañas conversaba animadamente con su jefe Nixon, el acomplejado al que manipulaba con el meñique izquierdo.
A continuación una transcripción parcial de una llamada telefónica registrada en las “grabaciones de la Casa Blanca” resguardadas en el “Archivo Nacional de Seguridad” de la Universidad George Washington:
[…] “Kissinger (K): El asunto chileno se está consolidando. Claro que los periódicos están desgañitándose porque un gobierno pro-comunista fue derrocado.
“Nixon (N). Vaya, vaya. Qué cosas.
“K. Digo, en vez de celebrar. En la administración de Eisenhower seríamos héroes.
“N. Bueno, no lo hicimos –como sabes- no aparecimos en esto.
“K. No lo hicimos. Quiero decir los ayudamos ______ generamos condiciones tan amplias como fue posible.
“N. Así es. Y así es como se va a jugar. Pero escúchame, en lo que toca a la gente, déjame decir que no se van a tragar ninguna mierda de los liberales en esta.
“K. De ninguna manera.
“N. Saben que es un gobierno pro-comunista y eso es lo que es.
“K. Exactamente. Y pro-Castro.
“N. Bueno, lo principal fue… Olvidémonos de lo pro-comunista. Fue un gobierno totalmente antiestadounidense.
“K. Ferozmente.
“N. Y los fondos de que dispusiste. Vi el memorándum que giraste acerca de la plática confidencial _________ para una política de reembolsos para expropiaciones y cooperación con Estados Unidos y por romper relaciones con Castro. Bien; diablos, ese es un gran aliciente si lo piensan. No, de ninguna manera te fijes en las columnas [periodísticas] y en los desgarres sobre eso.
“K. Oh. No me molesta. Sólo se lo informo a usted.
“N. Sí. Me lo informas porque es típico de la mierda a la que nos enfrentamos.
“K. Y la increíblemente sucia hipocresía…
[…] La Jornada recuerda además del episodio chileno, “el bombardeo secreto de Camboya, su desdén por los derechos humanos y el apoyo a las guerras sucias, hasta genocidas, en el extranjero, como también su implicación en los abusos criminales de la administración Nixon, entre éstos las intervenciones secretas de las comunicaciones entre su propio personal”.
[…] Muchos citan con admiración sus libros y comparten con sus estudiantes sus profundos análisis. Bien. Tampoco creo que Hitler, Stalin Ceaucescu o Idi Amin haya sido unos lerdos, o que Putin y Trump sean bobos. Fueron y son unos miserables. Es todo.
Algunas expresiones de Henry me recordaban a Curtis LeMay, el general que bombardeó Tokio hasta que no quedó piedra sobre piedra -como Hitler hizo en Varsovia-, cuando se refirió a los resultados de sus asaltos -que inspiraron a Henry los bombardeos de saturación en Vietnam y Laos 30 años más tarde- en términos que Tácito hubiese encontrado repugnantes: “Los tostamos y horneamos hasta la muerte”. Este mismo sujeto, en un momento de debilidad, admitió ante Robert MacNamara, el secretario de la Defensa de aquellos años, que de perder la guerra, habrían sido ellos los juzgados en Nuremberg como criminales de guerra“.
[…] The Guardian publicó: “Cuando Kissinger cumple 100 años, sus intervenciones en África han vuelto a ser el centro de atención, no solo por los múltiples fracasos que surgieron de un enfoque empañado por el engaño, la clandestinidad y la intimidación, sino por las consecuencias duraderas y peligrosas de su intervención en el sur de África en particular.”
En su cobertura del cumple, la BBC recordó la visita de Henry a Santiago y Buenos Aires en junio de 1976:
“Queremos ayudarle, no debilitarlo. Usted hizo un gran servicio a Occidente al derrocar a Allende”, le dijo Henry a un extasiado Pinochet cuando en todo el mundo crecía la preocupación por las graves violaciones de los derechos humanos por parte del régimen chileno.”
Después tocó el turno al canciller argentino César Guzzetti, quien recibió a Henry húmedo por la emoción y apenadísimo porque su limitado inglés no le permitía conversar directamente con Herr Professor.
Eso no importó. Con su legendario urbanismo y exquisito buen trato, Henry no sólo se mostró comprensivo de que un nativo amistoso no dominara la lengua del Imperio (que originalmente tampoco fue la suya), sino que en un gesto de amistad como los que Calígula tenía para con su caballo, le prometió que asistiría al mundial de futbol de 1978 en Argentina, “pasara lo que pasara” y vaticinó el triunfo de los sudamericanos en la contienda. Yo pienso que exageran quienes aseguran que Guzzetti apenas pudo disimular el orgasmo que lo cimbró, pero la duda queda.
[…] Henry además prometió “el apoyo irrestricto de Washington al recién inaugurado gobierno de facto que emprendió una guerra sucia en la que morirían o desaparecerían más de 30 mil personas.”
De regreso a la BBC: dijo que “Otros documentos desclasificados de EE.UU. muestran que Kissinger, furioso por la decisión del entonces presidente cubano Fidel Castro de enviar tropas a Angola, esbozó en 1976 planes para ‘aplastar a Cuba’ con ataques aéreos, los cuales nunca llegaron a concretarse”.
Así que desde México -en donde igual que Trump tuvo varias estancias románticas-, le digo al difunto: Goodbye, Henry!