Carlos Arturo Baños Lemoine.
A la vista un nuevo capítulo del vodevil en el que se ha convertido nuestra vida política nacional: el del enfrentamiento mediático entre la influencer Mariana Rodríguez y el ex Presidente Vicente Fox, ocurrido en la semana que concluye.
El entonces precandidato único por parte de Movimiento Ciudadano a la Presidencia de la República, Samuel García, hacía precampaña con su famosa esposa a su lado: allí iban siempre los dos, pegados como muéganos. Y la estrategia era buena: la fama de su esposa Mariana siempre ha influido positivamente en las aspiraciones políticas de Samuel García.
Por dicha razón, en sus redes sociales Vicente Fox se refirió a Mariana como “dama de compañía”, sustantivo que nada tiene de malo ni de incorrecto si uno se ciñe al concepto que, sobre el particular, aparece en varios diccionarios. Pero, como ya sabemos, vivimos tiempos en los que el psicótico victimismo feminista ve en todas partes “violencia de género”, “machismo”, “misoginia”, “patriarcado”, etc. El truco feminista consiste en tirarse al piso haciéndose la ofendida para sacar dividendos de todo tipo… ¡y vaya que Mariana se sabe el truco a la perfección!
Y Mariana no es tonta: ella sabe cuándo hacerse la ofendida. No se hizo la ofendida cuando su marido le recriminó que “enseñara piernita de más” mientras ambos efectuaban una videollamada privada que, después, se hizo pública: entonces Mariana no se quejó, en nombre del feminismo, de su “marido macho, controlador y represor de celos enfermizos”. Mariana tampoco se ha quejado de que su marido las utilice a ella y a su hija como imagen con fines políticos, al grado incluso de poner en riesgo la integridad física de la nena entre los apretones y empujones propios de los eventos políticos de masas.
¡Ah, pero Vicente Fox le dice una verdad incómoda y entonces sí Mariana se vuelve una feroz súper-feminista! La contestación de Mariana en redes fue: “Señor, no soy una dama de compañía. Soy una mujer, soy licenciada, soy empresaria, soy esposa y soy madre. No le permito que me hable así a mí, ni a ninguna otra mujer. No somos accesorios, ni objetos, ni puede faltarnos al respeto, y menos de esa forma tan vulgar”.
Contestación errada, por supuesto, porque se puede ser “dama de compañía” y, al mismo tiempo, ser mujer, licenciada, empresaria, esposa y madre. Mariana cayó, pues, en la falacia del falso dilema. Además, los accesorios y los objetos no son personas, son cosas. ¡Bah, pero lo importante era quedar como “víctima” y muchos idiotas le compraron el boleto!
Pero lo mejor fue el último acto, cuando Mariana, gustosa de la censura que Twitter le impuso a Vicente Fox, le espetó jactanciosa: “Con la fosfo fosfo no se mete nadie, perro”. Curioso asunto: Mariana se identifica con un par de tenis (que son cosas) y llama “perro” a un anciano (¿o tenemos que decir “a una venerable persona de la tercera edad”?). Así de jodida la vida política de nuestros tiempos, mis queridos amigos.
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