Gaza.- Agotados, indignados, hambrientos algunos y sin esperanza, los desplazados palestinos de Gaza todavía tienen fuerzas para soñar con un alto el fuego permanente que ponga fin a las matanzas indiscriminadas de civiles y a la destrucción causadas por el Ejército israelí y regresar a sus casas, los que todavía las conservan.
“No hay mantas, estamos a merced de la lluvia, no hay comida, en el bolsillo tengo cinco séquels (1,2 euros) para alimentar a tres personas y los precios dan miedo”, dice a Efe una alterada Amma Ahmed, de 50 años y que como la mayoría de los palestinos no se ha beneficiado de la ayuda humanitaria que comenzó a entrar el pasado viernes con la tregua alcanzada entre Israel y Hamás y que vence hoy si las partes no alcanzan una nueva extensión.
Algo que ha reconocido el propio Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA) que ha asegurado que ha podido entregar comida a 120.000 palestinos, ni siquiera un diez por ciento del más de millón y medio de gazatíes que han huido de los ataques israelíes y de los más de dos millones que viven en este enclave castigado.
EFE