Alejandro Rodríguez Cortés*.
Recuerdo que cuando Andrés Manuel López Obrador dijo que la pandemia le había caído a su gobierno “como anillo al dedo”, inmediatamente supuse que el Covid 19 sería el pretexto favorito del mandatario a la hora de rendir cuentas sobre tantas y tantas promesas comprometidas e incumplidas de la mal llamada Cuarta Transformación.
Así ha sido: cuando así le conviene, el incompetente de Palacio Nacional se autovictimiza tanto por la emergencia sanitaria como por la guerra en Ucrania. Y eso le había venido funcionando, hasta que llegó el huracán “Otis” a devastar Acapulco.
A un mes del impacto de los vientos huracanados en el icónico puerto del Pacífico mexicano, perfectamente previsibles pero no advertidos con oportunidad debido a la indolencia gubernamental, queda claro que la destrucción era inevitable, no así la posterior tragedia humanitaria de escasez, hambre, sed, abandono y falta de estrategia para la reconstrucción.
El anillo “Otis” le quedó grande al dedo obradorista ausente, timorato, soberbio y ufano. Porque lo es quien reconoce que es más importante cuidar la investidura y su popularidad, que el bienestar de los desesperados acapulqueños. Es también perverso quien recita como autómata que “amor con amor se paga”, pero olvida a su amado pueblo justo cuando éste más lo necesita.
Y así, mientras apela a una inexistente vuelta a la normalidad y a la promesa de que habrá una Navidad feliz, torneo internacional de tenis, tianguis turístico y convención de banqueros, el foco de la narrativa oficialista sigue muy lejos del Acapulco herido de muerte, y permanece en lo único que verdaderamente les importa al obradorismo y operadores: concluir sus costosas e inútiles obras para disfrazar la incompetencia; para ofrecer algo cosmético a cambio de tener otra oportunidad electoral y mantenerse en el poder.
Faltan 6 meses para la elección, y hoy más que nunca López Obrador y su grupo de maletas necesitan el dinero gubernamental para las campañas, en lugar de destinarlo a la reconstrucción, de la que deberán hacerse cargo los propios afectados con limosnas públicas que nada tienen que ver con el monumental desfalco fiscal del presupuesto 2024: 9 billones de pesos de deuda que no servirá para levantar Acapulco, sino para terminar una refinería inútil y un trenecito ecocida, para seguir subsidiando el barril sin fondo de la “soberanía energética” de Pemex y CFE, así como para comprar voluntades….y votos.
La pregunta es qué tanto afectará a AMLO lo que día a día se descubre en torno a la tragedia costeña. ¿Pagará factura política su falta de empatía, su ausencia física o su cobarde presencia tras los muros del cuartel militar?
Si bien pareciera que la figura presidencial había superado en términos de imagen los costos de 750 mil muertos por la pandemia, el nulo crecimiento económico sexenal, la violencia generalizada, el desabasto de medicinas y la crisis de atención a la salud, pronto sabremos si “Otis” se convierte en el verdugo del autócrata, todavía para muchos incólume. Lo sabremos en medio año.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz