Alejandro Rodríguez Cortés*.
Recuerdo aquellas declaraciones de Donald Trump en que, ufano, decía que su popularidad era tal que podría matar personas en plena Quinta Avenida de Nueva York sin que fuera minada su aceptación popular.
Si bien el presidente Andrés Manuel López Obrador no ha dicho algo semejante, sus reiteradas promesas incumplibles se asemejan mucho a la creencia trumpiana de que mantendrá su popularidad haga lo que haga y diga lo que diga.
No suena lógico suponer que el presidente de México crea legítima y sensatamente que nuestro sistema de salud pública sea pronto como el de Dinamarca o Canadá. Y sin embargo apela, abusa de la esperanza que él mismo despertó en millones de mexicanos y ha prometido una y otra vez, ampliando por supuesto sus propios plazos, que llegaremos a una cobertura sanitaria universal, suficiente y de primera calidad mundial.
El sistema público de salubridad está peor que nunca, y simplemente no pasa nada. Lo mismo ha sucedido con la promesa de que la economía mexicana crecerá por encima de lo que sucedió en el promedio de los cinco sexenios anteriores. No es ni será así y AMLO no tiene empacho en seguir mintiendo. Y ya no hablemos de la infame fantasía de que ya no hay corrupción o de que los índices de homicidios van a la baja. El mandatario no se ha salido de su guión original y por lo visto no lo hará, aunque los datos oficiales muestren actos ilegales en el uso de recursos públicos y la cifra de muertes violentas se acerque al fatídico número de 200 mil.
Pero ese libreto se amplía aún más. Un terrible huracán ha destruido Acapulco y la estrategia de comunicación gubernamental ha ido por la ruta de minimizar la tragedia. El “no nos fue tan mal” al comparar “Otis” y Guerero con “Katrina” y Nueva Orleans es un remix de la ya clásica frase “pero el PRI y el PAN robaban más” que busca justificar la corrupción rampante.
Sin embargo, me parece que el líder de la mal llamada Cuarta Transformación llegó al colmo del cinismo cuando afirmó sin rubor que los acapulqueños pasarán una “feliz Navidad”, en el entendido de que tan pronto como en un par de meses la situación no se parecerá a la actual: destrucción, falta de energía eléctrica y escasez de agua y comida.
Todos desearíamos que así fuera, pero la contundencia de las imágenes que diariamente llegan desde la costa del Pacífico preludian una larga y penosa recuperación en la que no bastarán adelantos de apoyos sociales y ampliación de becas.
Acapulco requiere una sólida y costosa estrategia de reconstrucción integral que empiece por recuperar actividad económica, sin la cual siempre será insuficiente la solidaridad y subsidiariedad de ciudadanos, organizaciones civiles y gobierno.
Luego entonces, tristemente es imposible que esos costeños que durante décadas pasaron contentos las fiestas decembrinas, por cierto muchas veces trabajando en atender a los miles de turistas que alguna vez disfrutamos de un cierre de año en la hermosa Bahía de Santa Lucía o en Diamante, se digan felices al terminar 2024.
Aún así el presidente les seguirá prometiendo. Ya veremos si le sigue alcanzando, como le alcanzó a Trump y, por cierto, le puede volver a alcanzar. Ya veremos, pero mientras tanto, ¡qué poca!
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz