Jorge Miguel Ramírez Pérez.
“Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre,
no se sienta primero y calcula los gastos,
a ver si tiene lo que necesita para acabarla?
No sea que después que haya puesto el cimiento,
y no pueda acabarla,
todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,
diciendo:
Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar”. Lucas 14:28-33
El sentido común tan escaso hoy en día indica que la vida no puede ser lo frívola que las mentes silvestres piensan, y que el tiempo, ese factor inexorable, siempre corre en su propio ritmo y no en el compás que los voluntaristas desearían. Todo llega a su fin, y no hay plazo que no se cumpla; por más berrinches que se manifiesten, las facturas hay que pagarlas, con todo e intereses y ya pesan, porque los gastos se hicieron, se sacrificó lo más por lo menos, como los medicamentes que no acaban de llegar; y los resultados siguen siendo promesas y tomaduras de pelo, por el lado que se le vea.
El balance es adverso y la carga de yerros hundió el barco. De entrada el gobierno ya no tiene como financiar el déficit que presenta para cerrar este periodo ignominioso para el 2024. Y como no pudo terminar ninguna torre, muchas ni las empezó, el sujeto arguye que una nueva generaión, de a fuerza, tiene que terminar los fracasos. Pero sus cartas, ninguna, ni son de la nueva generación, todos sexagenarios, ni tienen capacidad, porque aunque fueran experimentados en la conducción de la nave gubernamental, que no lo son; nadie tiene la capacidad absurda, de terminar algo que nada más es un proyecto de éxito en una mente calenturienta, que no trae más de cuatro horas de trabajo cotidiano entre semana, y eso, si el beisbol no le roba más. Porque maldita sea la cosa, el pueblo estúpido se tuvo que hacer aficionado a los nerónicos placeres, del tirano.
Allí están los estadios beisboleros vacíos y casi abandonados, porque la fiebre de tirar dinero en los diamantes verdes ya amainó. Hoy, hasta la corte de macehuales, los adoradores que le quemaban el copal, ya no lo soportan.
El aeropuerto de las garnachas sin ruta entre los ghettos metropolitanos; la refinería que refinará en el 2026, si México se endeuda más; el tren de Toluca que está atorado; la oficinas federales que ninguna se descentralizó; el servicio médico de Dinamarca y la farmacia de todas las medicinas del mundo, en la que trabaja afanosamente Santa Claus en Finlandia. El tren maya que no tiene ni una loma para admirar el aburrido paisaje de una selva pareja, proyecto chino que compró el constructor de torres de papel y que tenía como objeto, meter una centena de miles de asiáticos en una región que en el mapa parece inhabitada, porque no es habitable… sencillamente no tiene agua, ni energía suficiente.
El tren transítsmico, con máquinas obsoletas y de desecho, que fueron a comprar en un yonque británico y no gastaron más, porque fueron sobre los mismos rieles que edificó Porfirio Díaz hace más de cien años. Ni una hectárea de riego pudieron incrementar al inventario de la producción agrícola. El agua equivalente al riego de 22000 hectáreas se tira diariamente al mar. La migración de todo el planeta pasa por México, saturando las fronteras, porque en el Palacio Virreinal, tienen la consigna de invadir a los vecinos. Y despues de tanto cuento para descerebrados de las teorías de la inmunidad del rebaño, el covid hizo un matadero, y en plena epidemia se invitaba a la gente a contaminarse. Controlando las vacunas, las deben, nadie se las vende y las seudo vacunas cubanas y rusas que son patito, tampoco las tienen en el alamacén. ¡Muchas torres, sin cimiento siquiera, solo en la cabeza de los mañaneros¡ El daño es interminable…
La pobreza se reprodujo, la inflación galopante y el crimen a todo lo que da; lo peor, lo dicen todas las encuestas es la inseguridad: cerca de medio millón entre muertos por homicidio y desaparecidos suma la muerte con licencia de impunidad en el México de la transformación en un cementerio a cielo raso; mientras se buscan las causas del mal, mientras se crea un nuevo mundo de choros tras choros, donde se pueda gobernar sin gobernar, donde todos sean iguales con un par de zapatos, una camisa y un pantalon caqui, como Mao, que nunca se lavó los dientes por ser costumbre burguesa, y así tenía sometidos a los chinos. ¿Para qué más?
Y como no se acabaron las torres, no hubo ningún corrupto en la cárcel, y finalmente se cayeron muchas instituciones; a ver si la experta en estufas de leña, puede terminar lo que nunca debían haber empezado.
La gran ciencia de la combustión de la leña, la de la edad de la prehistoria le toca; danzando unos matachines, tal vez en la búsqueda de una visión chamánica que le indique que el nuevo Tenochtitlán-Palenque es la NASA de los pobres, y hasta prometan una quinta transformación para regresar astralmente en un periplo onírico, al mundo de los antepasados, a encontrar la gran sabiduría de seguir en un rollo cultural donde ni conocieron metales, ni usaron la rueda, pero eran sanguinarios como ahora, en el país de la muerte…ai la llevan