Rubén Cortés.
Ahora que Evo Morales vuelve a ser candidato presidencial en Bolivia, recordemos que los dos políticos castrochavistas que más se parecen son Evo Morales y el actual presidente mexicano. Sobre todo, en el contrapunteo a la ley.
Dice Morales:
Cuando algún jurista me dice: ‘Evo te estás equivocando jurídicamente, eso es ilegal’, bueno yo le meto por más que sea ilegal. Después digo a los abogados: ‘si es ilegal, legalicen ustedes, para qué han estudiado'”.
Dice el actual presidente mexicano:
“No me vengan a mí de que la ley es la ley, no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley. La señora presidenta de la Corte está ahí por mí. Pedí a secretarios y funcionarios que no tomen llamadas del Poder Judicial”.
Además, es Morales el político nacional populista de la región que más goza de la amistad y protección del presidente mexicano, quien mandó un avión militar a traerlo, después que lo defenestraron por robarse la elección de 2019, y hasta CURP le concedió.
Incluso, el presidente mexicano ordenó ocultar, por una década, el expediente que dice por y para qué le dio asilo a Morales, por contener nombres de personajes, organizaciones y acciones que afectarían las relaciones de México en economía y seguridad.
Según la 4T, el “Expediente Evo” podría ser utilizado para reconfigurar organizaciones y procedimientos de operación de éstas, y encubrir comportamientos que entorpecerían o impedirían operaciones de inteligencia o contrainteligencia.
Morales y el actual presidente mexicano se asemejan en la ojeriza contra quienes consideran sus adversarios. Aquí, el presidente llega a hacer de policía, juez, patrullero o MP, y hasta reta al adversario: no huyas, sólo quiero meterte preso.
Ocurrió con Ricardo Anaya, a quien el presidente le dijo que, si era inocente de soborno, no se amparase ni huyera, y se defendiera con pruebas y con la verdad. Que podría ser un político preso, pero no un preso político. Y, lógicamente, Anaya huyó.
Morales, desde el Maximato que ejerce, pidió en público al actual presidente y protegido suyo, que metiera a la cárcel a Jeanine Áñez, quien lo sustituyó en la presidencia, después de que fue asilado en México.
“Por justicia y verdad, por el golpe de Estado, que se sancione a Jeanine Áñez y demás autores del atentado contra la democracia en Bolivia”, pidió Evo Molares, y su petición fue cumplida. Así que Añez fue condenada a 10 años por “incumplimiento del deber”.
Como presidente, Morales impuso que la Constitución le permitiera reelegirse, obligó a la Corte a desconocer el resultado de un plebiscito y tumbó el conteo en las elecciones que perdió. Después, el actual gobierno mexicano lo recibió al grito de:
Evo, hermano, ya eres mexicano.