Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el mundo y quienes lo habitan.
Salmo 24:1
Un mundo convulso parece ir a la deriva irremediablemente y contra lo que se pudiera pensar la gente lo celebra o no le importa. Las personas nos estamos devorando el planeta, conviertiéndolo en un enorme basurero caliente, la violencia y las olas migratorias ponen en descubierto las formas de vida muy deterioradas por los líderes mesiánicos falsos, que han agravado las condiciones de vida en diversas latitudes al extremo de que las masas no tienen otro objetivo en la vida, que llegar a un país industrializado y luego de establecerse; usar los servicios sociales hasta su muerte. Esos migrantes que pasan por México y que López Obrador mencionó con vivas en su grito, alentando la ruta de la desesperación, eso buscan.
Por un lado, los líderes como Obrador idealizan con perversidad el ”sueño de los migrantes”, por el otro, provocan causar daño al vecino, lo suyo es lo destructivo. ¿Cuántos muertos y dañados, entre hombres, mujeres y niños van en nuestro territorio por esa irresponsable política de promover la migración pasando por México? ¿Cuánto tiempo tiene que perecieron bajo el fuego, en las oficinas de Gobernación del Gobierno Mexicano en Ciudad Juárez, calcinados, carbonizados y encerrados 39 migrantes, y que ha pasado? Fue en este mismo año, en marzo y Obrador dice con voz tipluda: “vivan los migrantes” y la masa estupidizada, replica: ¡Viva!
En pocas palabras, como los muertos del practicante Gatell, repitiendo que no había que protegerse contra el Covid, o los niños fallecidos por falta de medicamentos y la perversidad de no conseguirlos; en México no pasó nada, nada valen esos pobres que escucharon desde el principio del sexenio a esa mujer enemiga de la vida humana en la forma que sea, Olga Sánchez que como Secretaria de Gobernación vociferaba que los migrantes tenían derechos humanos para tomar por asalto cualquier país, le creyeron, y me supongo empezaron ahorrar para pagar a los traficantes de carne humana, brazos de la corrupción de Gobernación, para ser inmolados de a gratis, y conformados con un Viva, del grito que por supuesto jamás pronunció Hidalgo y sí, en cambio, el recuerdo del cumpleaños de Porfirio Díaz, que sus aduladores inventaron, para regocijo de un pueblo que entonces se entregaba a los pulques y hoy a las anfetaminas con singular alegría.
Entre las barbaridades que se mencionan en los gritos , Obrador pidió como en otras ocasiones, un viva, a la Fraternidad Universal, en clara referencia esotérica al culto a los ángeles caídos, a los misteriosos espíritus del mal, que invoca bajo las tinieblas en las ruinas prehispánicas, a quienes cree son sus hermanos pero en realidad son sus amos, que le dictan hacer mal, cada segundo, para perjudicar a los mexicanos con la insesante sucesión de decisiones fatídicas para México.
Pero nadie, se da cuenta, le critican que es patizambo, o ridículo, pero soslayan el fondo porque unos enbaucados en la idolatría de seguirle con la baba suelta y otros, de entender sus naturaleza destructiva, no alcanzan a dimensionar el daño, por una sola razón: no tienen parámetros de referencia. Un pueblo sin Dios, sin conciencia de su poder y ausentes de su guía, carece de entendimiento, tienen la conciencia enmarañada con mezclas de creencias de la edad de piedra, y toda una gama de recetas milagrosas y motivacionales. Es un pueblo que no ve la realidada. Sin fe.
Hay gente tan tonta que cree que Obrador es cristiano, porque les dice que Cristo era un revolucionario a favor de los pobres. Y se lo creen, el culpable no es solamente el timador sino los cándidos, que creen que Dios es un resentido como ellos. No, amigo lector, Dios es paciente y espera la reacción del pueblo a favor de su liberalización, de las cadenas del engaño. Pero lo cierto es que Dios es el que manda y en su momento pondrá en su lugar a los ursurpadores del poder.
Porque el mandato es el orden social. El gobierno es orden, no desorden, castigar al que mal hace y premiar al que bien hace. Ese es el trabajo de un buen gobierno, así de claro.