Rubén Cortés.
Al afirmar: “que Marcelo se vaya, pues su jale es con la clase media”, muestra su desprecio por el sector de la ciudadanía que le dio la presidencia en 2018: mismo sector que, en 2006 y 2012, le impidió ganar por considerarlo “un peligro para México”.
El ideólogo chavista Rafael Correa, quien tiene base aquí para operar el regreso del populismo a Ecuador, se lo explica a diario en el café: “La clase media es antagónica a los pobres y sucumbe más fácilmente a los cantos de sirena del estilo de vida a lo New York”.
Sin embargo, hay que insistir que, tanto a Chávez en Venezuela, a Correa en Ecuador y al actual presidente en México, fue la clase media (o clase trabajadora, como le llaman en Estados Unidos), la que dio el triunfo al populismo, a través de las urnas.
Aquí, en 2018, la clase media fue la que le decidió la presidencia al actual mandatario: el techo de votantes cautivo de éste, no le alcanzaba para ganar, pues rondaba los 15 millones desde 2006. Incluso, hoy, ya en el poder y regalando lana, es el mismo techo.
Veamos, otra vez:
–En 2006: obtuvo 14 millones 756 mil 350 votos
–En 2012: obtuvo 15 millones 848 mil 827
–En 2018: obtuvo 30 millones 113 mil 483
–En las intermedias de 2021: obtuvo 16 millones de votos
–Revocación de Mandato 2022: obtuvo 15 millones 159 mil 323
O sea, fue la suma de la clase media, a sus votantes tradicionales, lo que le propició la llegada a la presidencia. La misma clase media a la que él y su corriente política desprecian, por considerarla egoísta, ambiciosa, ambivalente y traidora”.
Ese concepto sobre la clase media es del comunista ruso Lenin, a quien los nuevos libros de texto de la SEP exaltan como mesías de la revolución mundial, pero fue un asesino que creó métodos de ejecución de opositores, mediante verdugos profesionales.
Lo explica de modo rudimentario Yeidckol Polevnsky, como se lo escucha a los ya embrutecidos ideólogos cubanos en La Habana: “La gente piensa como vive, y cuando llega a ser clase media se les olvida de dónde vienen y quien los sacó”.
Con ese concepto, en cinco años diezmaron a la clase media mexicana, y anularon sus demandas históricas de empleos formales, bienes importados, mejores servicios, Estado de derecho, estabilidad económica, seguridad, educación privada…
Una clase media que, cuando los hizo ganar en 2018, formaba el 42.4 por ciento de hogares a nivel nacional: 50.1 por ciento estaba en las ciudades, y 28.1 por ciento en zonas rurales, con acceso a innumerables bienes y servicios, y precios aceptables.
Cinco años después, se los regala a Ebrard.