Carlos Arturo Baños Lemoine.
A Luis XIV se le atribuye la famosa frase de “El Estado soy yo”, frase que realmente jamás fue dicha tal cual por el “Rey Sol”. Esta clase de “frases históricas” tiene una función didáctica: la de presentar y representar, en términos breves, simples y llanos, toda una forma de ser, de pensar y de actuar. Este tipo de frases condensa toda una filosofía de vida, toda una cosmovisión. De allí su importancia histórico-pedagógica.
La frase atribuida a Luis XIV resume muy bien el espíritu del absolutismo monárquico que antecedió al trepidante ascenso del liberalismo y de la democracia en Europa. El soberano regio se consideraba el centro del Estado, de la sociedad, de la historia nacional, de la vida popular y, en varias ocasiones, de la propia religión. Y cuando un soberano se siente el depositario de la esencia misma de un pueblo, de una nación, de un Estado, podemos estar convencidos de que nos hallamos ante un severo caso de megalomanía… ¡un simple mortal se siente el divino centro del cosmos!
Y vaya que nosotros, los mexicanos, hemos aprendido mucho al respecto a lo largo del más reciente sexenio: el del Tirano de Macuspana, Andrés Manuel López Obrador.
La megalomanía patriotera de López Obrador sigue creciendo; y lo ha hecho a grado tal de que, en las más recientes “fiestas patrias”, de plano decidió prescindir totalmente de la presencia de los otros dos Poderes de la Unión: del Legislativo y del Judicial. ¿La razón? ¡Ah, pues porque estos poderes no emanan la “pureza política” del Nerón de Palacio Nacional!
Y no vamos a defender aquí a los podridos poderes legislativo y judicial: los conocemos muy bien y sabemos de qué pie cojean. Sólo queremos hacer constar el grado de afectación mental que tiene AMLO: un pobre tipo acomplejado, incompetente y mediocre que se siente la “quintaesencia de México” como nación, como pueblo, como Estado y como historia patria.
AMLO se siente el ómbligo de la “Patria Mexicana” y él determina quién merece, y quién no, formar parte del “club de los mexicanos puros”. AMLO es el cadenero que se reserva el derecho de admisión a esta enorme cantina llamada “México”, mariachis incluidos.
Además, no hay que olvidar que AMLO traía el ego muy enardecido e inflado porque fue a conmemorar el 50 aniversario del golpe de Estado de tumbó a Salvador Allende, el santón rojo de Chile; un inepto gobernante socialista que condujo a este país a un despeñadero, manejando mal la economía, violando principios constitucionales, sometiéndose al imperalismo soviético y desgarrando el tejido social chileno.
Curiosa y paradójicamente, AMLO, el dizque “Presidente demócrata de México”, está acabando su sexenio asumiendo a carta cabal el espíritu absolutista de Luis XIV.
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