Por. Miguel Ángel Sánchez de Armas
“Desesperado por conservar su modo de vida, David Sorensen ha decidido asesinar a su mujer, una rubia millonaria de piel tostada por el sol y costumbres insoportables. Fingir luego un secuestro y echarse a la bolsa un rescate de millones de dólares parecen cosa fácil para este arribista en quien el engaño se ha convertido, inconscientemente, en una forma de vida”.
Pese a los muchos ejemplos de autores de novela policíaca que por sus altos méritos han logrado sacudirse el adjetivo de subgénero –o de plano género menor- que tiene esa escuela, no ha sucedido así con el género mismo, que sigue considerándose inferior en términos amplios.
El novelista que eliminó cualquier sombra de duda acerca de las enormes posibilidades literarias y de calidad que tiene el género negro al igual que cualquier otra creación artística fue Fernando del Paso con su novela Linda 67. Historia de un crimen.
“He aquí el punto de partida de una novela que parece, a primera vista, una ‘desviación’ en la carrera literaria de Fernando del Paso”, dice Dolores Carbonell en la presentación de una entrevista que hizo al escritor.
“Quién hubiera pensado”, pregunta, “que el autor de José Trigo, Palinuro de México y Noticias del Imperio volvería la mirada hacia un género que algunos consideran menor, quizá porque no saben lo tremendamente difícil que resulta tramar un asesinato sin dejar cabos sueltos ni perder la claridad. Por eso, la pregunta resulta inevitable: ¿por qué un thriller ahora?”
La respuesta del admirado y querido Del Paso para aquella interrogante fue más que puntual:
“Desde hace muchos años, particularmente cuando descubrí la existencia de la serie El Séptimo Círculo -colección de novelas policiacas publicadas por Borges y Bioy Casares-, y conocí a Álvaro Mutis, quien me orientó con respecto a ciertas lecturas de autores como Simenon, he sido lector -no fanático, pero sí esporádico- del género. Se me ocurrió entonces emprender yo mismo el reto que significaba construir algo así, aunque lo fui posponiendo a medida que trabajaba en mis novelas. De hecho, fue como hace años cuando se me ocurrió el meollo, la anécdota de lo que sería Linda 67. Historia de un crimen.”
Quizá una de las pocas cosas reprochables a esta novela sea el título tan poco original al grado de que, para mi gusto, contrasta notablemente con la riqueza de la novela. Linda 67 es la nomenclatura de las placas del automóvil en el cual muere la esposa de Sorensen, su nombre y año de nacimiento, práctica muy frecuente entre las clases adineradas del estado de California, donde los propietarios de vehículos pueden personalizarlas. En este caso se trata de un Daimler Majestic de colección. El auto y la placa describen al personaje.
Fernando del Paso no fue un autor de novela policiaca. Es decir, no se dedicó a escribir novela policiaca. Tanto así, que confesó a la Carbonell que el proyecto de la novela fue “un proyecto secreto” durante años, “porque no sabía si [le] iba a salir”.
Seguramente para el escritor hacer una novela del género negro representaba un desafío que no podía ignorar. El resultado fue una espléndida obra que se disfruta página a página. En cada palabra, en cada frase, en cada giro, se hace presente la mano de un creador sazonado que juega con el género, aunque no podemos afirmar que se trate de una novela experimental en la técnica narrativa, aunque sin duda se trata de una historia contada con originalidad.
Un narrador omnisciente detalla la historia de David Sorensen, mexicano que vive en San Francisco, casado con Linda, una estadounidense, de quien está a punto de divorciarse porque el padre de ella, un multimillonario, la amenaza con desheredarla si no se divorcia del yerno al que nunca quiso conocer.
A partir de una conversación, David comienza a acariciar la idea de matar a Linda, a quien odia, para simular un secuestro, pedir quince millones de dólares de rescate y regresar a México a disfrutarlos con Olivia, su amante mexicana.
La puesta a prueba del lector, la resolución del verdadero enigma, aparece al final de la novela y es manejada con verdadero ingenio. Los 24 primeros capítulos están dedicados a describir en detalle lo que el lector sabe desde el inicio.
David Sorensen es un mexicano rubio, bien educado, hijo de un diplomático retirado y en la pobreza, pero que habituó a su hijo a vivir bien. En ese savoir vivre es que Del Paso da rienda suelta a una gran cantidad de datos y hace gala de conocer relojes, perfumes, pintura, literatura, vinos, autos, plantas, arte culinario, publicidad, cine, marcas de ropa de cama, diseñadores de moda, accesorios y varios etcéteras.
Se trata de la misma característica que colocó a Del Paso como un autor intelectualista, sobre todo a partir de Palinuro de México, su segunda novela, aunque, como bien afirma John Brushwood, “para llamarla novela habría que ampliar la definición del género. Palinuro de México es enciclopédica en cuanto a la variedad de información que contiene y es virtuosa en cuanto a la variedad estilística”.
Linda 67 es informativa, pero no es experimental en la técnica narrativa. La acción se desarrolla fundamentalmente en la ciudad de San Francisco, lugar donde vive David Sorensen con su esposa gringa. Destaca en la novela el conocimiento de la ciudad de que hace gala Del Paso, lo cual, sumado al hecho de que el protagonista –mexicano- esté casado con una estadounidense y la presencia de una amante mexicana, sirve de marco para confrontar a las dos culturas.
Una, la yanqui, próspera, fría, calculadora y elitista. Otra, la mexicana, alegre, sincera, misteriosa, pobre y enigmática. Esta confrontación la hace un personaje que se dice mexicano, pero que en realidad tiene un serio problema de identidad y que ve a los dos lugares un tanto ajenos y rechazantes, como sucede a muchos migrantes, con independencia del status con el que permanecen en latitudes distintas a las de la tierra que los vio nacer.
Esta característica de la novela resulta por demás interesante pues aunque haya un despliegue de conocimientos e información acerca de la vida en Estados Unidos y en particular en San Francisco, y no obstante estar salpicada de referencias a otras ciudades de aquel país, no deja de ser una novela muy mexicana. La mexicanidad está presente en la confrontación constante de David con Linda, en un esfuerzo permanente del protagonista por rescatar su identidad mexicana, sus recuerdos, sus preferencias y sus ancestros.
Otro elemento que llena muchas páginas de la novela es la vida interior del protagonista, aunque presentada de manera tan acuciosa que se llega a confundir al narrador omnisciente con el personaje. Al adentrarme en la estructura psicológica de David, me resulta inevitable asociar su apellido, Sorensen, con el nombre de pila del filósofo danés Soren Kierkegaard, un teólogo al que sin duda acudió con frecuencia Del Paso -cuya obra literaria incluye unos delicados Nuevos Sonetos Marianos– debido a la prioridad que dio a la existencia sobre la esencia, al pensamiento existencial sobre el especulativo.
Linda 67 es una novela negra que cumple con los cánones del género, pero que supera a éste porque es una obra que está a la altura de cualquier otra, con independencia del género, lo cual demuestra que para escribir novelas policiacas no hay que ser aficionado a ellas, sino simple y llanamente hay que ser escritor, y cuanto mejor escritor … mejores novelas.
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