Raúl Flores Martínez.
Algo está pasando dentro del Gobierno Federal que, sin hacer ruido, sin protagonismo nuevamente la Armada de México con todas sus áreas, le están arrebatando miles de millones de pesos al crimen organizado con los aseguramientos que les están haciendo.
Un ejemplo es que en lo que va del año, les han ubicado y destruido a las organizaciones criminales 106 laboratorios clandestinos de metanfetaminas y fentanilo, incluso en el propio territorio del Cártel del Pacífico en su propia casa que es Culiacán, Sinaloa.
Hace un par de días acompañe a elementos del Grupo de Búsqueda, Localizando y Neutralización de Artefactos Explosivos (BLONAE) de la Armada de México (SEMAR) a la comunidad de Sanalona, Sinaloa para ser testigos de la destrucción de un laboratorio clandestino instalado estratégicamente en 240 metros, que fue detectado y asegurado el pasado sábado 12 de agosto del año en curso.
Una tonelada 550 kilos de mentanfetamina terminada, fue el aseguramiento y diversos químicos y utensilios para la preparación de está droga, un golpe certero a esta organización criminal que sin tapujos han instalado sus laboratorios, ya muy cerca de las comunidades o poblaciones.
Esto genera contaminación a los mantos acuíferos, ríos, flora y fauna del entorno donde se derraman los químicos, algo que hasta el momento no han entendido quienes trabajan en estos narcolaboratorios y son parte de la comunidad.
Esto es claro ejemplo que las becas y los recursos que destina el Presidente López Obrador a los diferentes programas, no sirvieron, ni servirán por algo tan sencillo; desgraciadamente el crimen organizado paga más por la preparación de las drogas sintéticas.
Aun así, la Armada de México de manera silenciosa, pero efectiva sigue haciendo el trabajo limpio, pulcro de afectar la estructura económica de los diversos cárteles de las drogas tanto en tierra como en la mar.
Si hablamos de la mar, también se está haciendo un trabajo perfecto, debido a que los trabajos de inteligencia naval, han descubierto que los grupos criminales dedicadas al trasiego de cocaína de Colombia y Ecuador con destino a Estados Unidos, cooptan a pescadores mexicanos para el traslado del estupefaciente por las aguas nacionales e internacionales frente a las costas de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Colima.
Además de que han construido centros de distribución improvisados de combustible y droga a través de plataformas elaboradas con diversos materiales que van desde tubos de PVC, bambú y madera todo entrelazado con redes que utilizan los pescadores.
Una vez armado, se tiene un cuadrado de dos metros de ancho por dos metros de largo, se le agrega una cuerda de 1o a 15 metros con un peso que va de los 30 a 50 kilos dependiendo de la zona marítima, donde estén colocadas.
En estas plataformas hechizas, las organizaciones criminales, suelen atar cubitanques con mil litros de combustible para las embarcaciones rápidas que suelen tener hasta cuatro motores fuera de borda de 300 caballos de fuerza cada uno, cuyo costo en el mercado, es de 500 mil pesos.
También suelen dejar amarradas algunas toneladas de droga, debidamente protegidas para evitar el contacto con el agua con la finalidad de que otras embarcaciones las introduzcan a tierra para que sean distribuidas a los diversos laboratorios clandestinos para procesarla con la finalidad de enviarla a la Unión Americana.
Todo esto con un trabajo inteligente, un trabajo de bajo perfil, pero efectivo; sin tantos recursos económicos, aun así golpes severos al crimen organizado.
