Brasil.- Amelinha Teles, una mujer de 78 años, esquiva con cuidado los agujeros en el suelo y los cúmulos de tierra amontonada por los arqueólogos en el patio de una comisaría en São Paulo. Observa los cuartos del edificio gris con sus gafas rojas y trata de reconocer el espacio, que fue el principal centro de tortura durante la dictadura militar brasileña (1964-1985).
Las celdas ya no están pero lo que allí le hicieron, dice, lo cargará “hasta la tumba”.
Se estima que unas 7.000 personas como Teles pasaron por el DOI-Codi, como se conocía el Destacamento de Operaciones de Informaciones-Centro de Operaciones de Defensa Interna, el mayor centro de represión a opositores al régimen militar.
Casi 40 años después del fin de la dictadura, una veintena de arqueólogos e historiadores de tres universidades públicas han lanzado una investigación para desenterrar vestigios de la represión.
EFE