Carlos J. Pérez García.
Hace poco un conocido escritor español señaló: No hagamos caso a los manipuladores, a los ignorantes ni a los simples. Da lo mismo ser creyente o no serlo: sin el cristianismo, primero, y la Iglesia católica, después, resulta imposible comprender nuestra historia. Igual, creo yo, sin lo que es España no entenderíamos el México de estos años. A su vez, sin Peña y Calderón no podríamos explicar el ascenso y la caída de López Obrador, ni las mejores perspectivas que éste nos escamotea al tratar de mantenerse en el poder y asegurar su impunidad.
Miren, suele haber odios y fanatismos de un lado y de otro. Se dan tanto entre los pobres como entre los ricos, o entre las izquierdas (derechosas, en ocasiones) y las derechas (a veces medio progresistas). No sólo entre los “100 por ciento anti-Amlo” sino entre los obradoristas que, como él mismo, odian demasiadas cosas positivas y negativas. Los desplantes burlones de Calderón y la búsqueda de impunidad de Peña nos legaron un desequilibrado que hoy amenaza con perpetuar su innegable destrucción… Un “sea como sea” sería la nueva versión de aquel “haiga sido como haiga sido”.
Bueno, el señor entra en pánico y anuncia un Informe, que convierte en Celebración “de la felicidad del pueblo” y termina en amenazante Mitin de diatribas personalizadas contra opositores. Entre fracasos, se ve muy nervioso y desesperado aunque intente ocultarlo tras una sonrisa.
Ataca a la aspirante más auténtica y competitiva de la oposición al régimen, lo cual contrasta con su entusiasmo cuando la invitó a su equipo hace 5 años, pero sobre todo acredita misoginia, racismo, clasismo, oxímoron, ruindad… La verdad, nunca un presidente había desbarrado tanto.
El gran mentiroso ha desarrollado una enorme farsa en la que usa a los pobres y los desprecia, aunque en el discurso sigan estando “primero” a pesar de que se le ha salido llamarlos mascotas con la mente en blanco, como parte de su estrategia política. Ya le interesa menos su gobierno y está metido en lo electoral.
En fin, en lugar de ver sólo a Xóchitl, la podemos comparar en forma directa con la favorita oficial (Claudia) que es impulsada por su patriarca dentro de un proceso que busca disimular la antidemocracia. En 23 puntos específicos que vienen al caso, X aplasta a C en cuanto a que es: más sencilla, más mexicana, más indígena, más natural, más como uno, más espontánea, más abierta, más honrada, más transparente, más sensible a lo social (en los hechos), más independiente, más valiente, más avispada, más pragmática, más preparada, más experimentada, más capaz, más de buen carácter, más amable, más noble, más tolerante, más joven (8 meses) y más gordita.
O sea, C viene a ser más partidista, más ideológica, más sectaria, más radical, más simuladora, más porril (agrede o presiona por motivos políticos), más sumisa, más una calca, más mentirosa, más soberbia, más politiquera y más flaquita… Todo con respeto, claro.
El presidente creó una candidata que ha apoyado con todo, y desde el poder acusa falsamente a Xóchitl de que es ella la que viene de un dedazo. Él y su gente dicen que miente sobre sus orígenes y su cautivante ascenso a partir de esfuerzos. Difama con machismo, cobardía y cinismo al objetar virtudes que él ha querido tener, a la vez que agrede a las mujeres inteligentes que no puede someter, como si pensara que todas deben ser sumisas y sin voluntad propia… que no puedan aspirar al éxito por capacidad y méritos.
Aunque fortalecida por sus ataques, Xóchitl demandará a Amlo por el uso ilegal de recursos públicos para injuriarla. ¡Ay la llevan!
* EN SLP EL GOBERNADOR se siente muy bien con su discurso populachero, si no se ve sometido al análisis nacional como en eso de que le “gusta la sangre”. Y en el país sucede algo similar o peor con la retórica falsa y engañosa del gobierno federal… al ser evaluado de modo imparcial a nivel internacional.
México se sigue hundiendo en los índices mundiales que comparan pobreza, combate a la corrupción, democracia, estado de derecho, competitividad, seguridad, productividad, crecimiento económico, cobertura de la seguridad social… Ahí están, pues.
@cpgarcieral