Boris Berenzon Gorn.
Ama el arte. De todas las mentiras es, cuando menos, la menos falaz.
Gustave Flaubert
Uno de los mayores olvidos del capitalismo ha sido el arte. Si se ha preocupado por él, la mayoría de las veces lo ha hecho con la intención de convertirlo en un producto vendible y, por lo general, reproducido en masa. No es que en otros momentos de la historia al arte no se le haya asignado un valor monetario. De hecho, la figura del mecenas durante el Renacimiento fue crucial para el florecimiento de las obras artísticas, sobre todo de aquellas consideradas “las bellas artes” y su legado prevalece en las colecciones públicas y privadas del mundo.
El problema con el arte en el capitalismo es el despojo de la experiencia estética como algo que tiene valor en sí mismo, la falta de reconocimiento del valor inmaterial del arte y su trascendencia. La filosofía ha abordado el arte desde la estética a lo largo de la historia y la definición del concepto dista de ser unívoca o de poder insertarse en el dogma que la posmodernidad le aplicó (arte/idea). El arte es una forma de comunicación en sí misma que trasciende la idea y el concepto pues incluye el espectro de la emoción humana. Si en la antigüedad el arte imitaba la naturaleza, es porque la representación artística se construye a sí misma dentro de su propio lenguaje. Pero el arte tampoco niega a la idea, sino que la complementa, la deconstruye y reconstruye a su manera sin más regla que la función estética, la belleza y el placer, la creación de lo que no existe a partir de lo que sí.
Kant consideró que la experiencia estética era la búsqueda del placer y la belleza en sí mismas, sin otro propósito agregado, ya fuera pragmático o utilitario. El arte es independiente del beneficio material, lo que no condiciona que pueda ser un producto vendible. Lo que pasa es que un verdadero artista reconoce que este no es su fin último, el arte está para existir por sí mismo, para encontrarnos con lo bello y lo grotesco. La experiencia estética tiene un carácter universal, pero paradójicamente sólo se entiende desde la individualidad y la interpretación subjetiva. El arte se compone de lo simbólico y lo metafórico, es el sentido de lo que no lo tiene.
El arte es sustancial para la humanidad y su abandono debe combatirse con acciones individuales y colectivas de resistencia cotidiana que le devuelvan su papel en el desarrollo de la existencia. Por un lado, la creación artística no está restringida a los grandes maestros, los genios del arte o los expertos. La creación artística está al alcance de todos y cada manifestación es excepcional y única en la medida en que cada universo interno lo es, en que la emocionalidad se experimenta desde una perspectiva irrepetible y en que lo simbólico adquiere un carácter genuino en las manos de cada persona. La creación artística es una forma de estar en el mundo, de entenderlo y de comunicar todo aquello que no es posible comunicar con los lenguajes habituales. Incluso las palabras se vuelven arte en la literatura y, particularmente, en la poesía al convertir la metáfora en un espacio nuevo donde las palabras adquieren significados distintos a los establecidos.
Aprender formas diversas de expresión artística es cada vez más accesible para todas las personas, considerando el impacto de las tecnologías de la información y la comunicación. En nuestros días, es muy sencillo acceder a información, tutoriales, cursos gratuitos y de pago y diversos canales virtuales para aprender habilidades nuevas y experimentar formas de expresión artística desde cualquier lugar. Por fortuna, la división de clase entre “las bellas artes” y las “artesanías” se diluye cada vez más, y se aprecia el esfuerzo de los artistas pertenecientes a pueblos originarios y minorías de todo tipo, el valor cultural y simbólico de sus manifestaciones, y el poder de transmisión de la memoria histórica en sus creaciones. Cada vez se valora más el arte de los pueblos originarios y otros creadores, y al mismo tiempo se reconoce la importancia de la reproducción del conocimiento y la conservación de las técnicas tradicionales.
Sin importar si el artefacto artístico se construye con la intención de su exposición o si está destinado a la apreciación única de su creador, el proceso creativo plantea numerosas ventajas emocionales para sus autoras y autores. Permite sublimar, significar y simbolizar la realidad interna. Da sentido a la emocionalidad y la combina con las ideas, construye expresiones propias que permiten reordenar el desorden interno, da canales de expresión a lo inenarrable, pone a prueba la capacidad de innovar y construir, de crear y permitir que lo creado se incorpore al universo de lo que llamamos “lo real”, para que exista fuera de nosotros mismos y pueda conectarse con los demás.
El arte conduce a la comprensión de lo propio, de la identidad individual y colectiva, pero también es un acercamiento a lo otro, a lo ininteligible, a lo que no se ha experimentado e incluso a lo que no existe antes de ser creado. Es una conexión con lo más humano que va más allá del entendimiento de los demás. Por ello, los discursos excluyentes que restringen la comprensión del arte a críticos, expertos o personas con un gran bagaje intelectual son superficiales y carecen de fundamento. Para comprender el arte no hace falta contar con conocimientos excepcionales y específicos, aunque nunca está de más prepararse con un poco de contexto que permita descifrar algunas claves. A pesar de ello, cualquier persona puede experimentar la experiencia estética frente a una obra de arte, cualquier ser humano puede conectar con otro a través del arte por medio de las emociones. Así que la apreciación artística, al igual que la creación, también es para todas las personas. El arte nos mueve, nos motiva, nos alerta, nos despierta y dialoga con nuestro interior. La apreciación del arte es goce, a cualquier edad, en cualquier nivel socioeconómico, sin importar ninguna condición e incluso más allá de las diferencias culturales.
El arte permite cuestionar, reconocer lo nuevo, experimentar lo que otros han experimentado y desafiar nuestras propias creencias sobre la realidad y la vida. Además, el arte es atemporal. Sin importar el momento en que es producido, mantiene su capacidad de generar emocionalidad y reacciones. Por lo tanto, permanece, incluso cuando se trata de artes efímeros como el teatro o la danza. Cada representación es única y adquiere características distintas dependiendo del momento en que es producida, pero mantiene algo universal que le otorga una actualidad constante. Los clásicos siempre tienen algo que decirnos y se adaptan millones de veces a circunstancias y realidades imaginadas, manteniendo su mensaje y creando otros nuevos.
Porque el arte además está conectado con el universo social, es, por definición, la resistencia al poder, la crítica de lo establecido, de lo tradicional, de aquello que se sostiene a sí mismo como la normalidad. Hoy en día, el arte demuestra lo diversos que somos, y que la normalidad es una falacia, sin importar cuánto lo neguemos. Nos enfrenta a las narrativas de culturas diversas, a las cosmogonías antiguas y actuales, a las voces de los muertos y de los que aún no han nacido. El arte es la manifestación de lo trascendente que vence al tiempo y recrea la realidad, es el deseo de lo bello y lo grotesco, del encuentro con lo sensible y, por lo tanto, de lo inevitablemente humano.
Un acto simple, como reservar un día a la semana o incluso al mes para asistir a un museo, ver una obra de teatro, presenciar un espectáculo de danza, leer poesía, novela o cuento, visitar una construcción arquitectónica de más de un siglo o completamente nueva y subversiva, o cualquier actividad que produzca una experiencia estética, contribuirá a nuestro crecimiento y desarrollo como seres humanos. Es importante y justo incluir tanto a los pequeños como a los mayores. En las próximas vacaciones de verano, ya sea que permanezcas en tu ciudad o visites alguna otra, no olvides reservar un poco de tiempo para una actividad cultural. Al incorporar la creación y la apreciación del arte en nuestras vidas, estaremos enriqueciendo nuestra emocionalidad con experiencias, y en última instancia, de eso está hecha la vida.
Manchamanteles
El poder trascendental del arte en los versos de Julián del Casal:
El arte
Cuando la vida, como fardo inmenso,
pesa sobre el espíritu cansado
y ante el último Dios flota quemado
el postrer grano de fragante incienso;
cuando probamos, con afán intenso,
de todo amargo fruto envenenado
y el hastío, con rostro enmascarado,
nos sale al paso en el camino extenso;
el alma grande, solitaria y pura
que la mezquina realidad desdeña,
halla en el Arte dichas ignoradas,
como el alción, en fría noche oscura,
asilo busca en la musgosa peña
que inunda el mar azul de olas plateadas.
Narciso el obsceno
Me dijo: “eres arte en los ojos adecuados”, el problema es que yo ya conocía ese meme.
*Este rizador de rizos se dará un breve respiro veraniego. Nos leemos nuevamente en agosto.